Está disponible en la aplicación de las bibliotecas públicas (eBilblio). La novela se ha adaptado a una serie que se puede ver en Prime Video. Yo aún no la he visto, pero creo que merece la pena leer antes el libro, que es una delicia.
Cuenta la historia de Alice, una niña que crece junto a un padre maltratador (“estar con él era como estar a la intemperie durante una tormenta y vigilar constantemente el cielo””). Su madre (Agnes) es la principal víctima de dicha violencia. En el jardín, Agnes se transforma en una persona luminosa que guarda flores en los bolsillos. Allí, Alice se inicia en el amor por las flores, y por los libros, “porque las descripciones de Agnes le habían hecho imaginar que una biblioteca debía de ser como un silencioso jardín de libros donde las historias crecían igual que las flores.” Muchos días, su madre no puede atender a Alice; se queda en la cama, en la habitación, con las cortinas echadas, “como si su alma se hubiera marchado a un lugar completamente distinto.”
A los nueve años, descubre que tiene una abuela, June, que dirige una plantación de flores (lejos del océano donde Alice se crió) en la que acoge a mujeres que atraviesan circunstancias complicadas. Ellas tejerán una red en torno a Alice y le darán el hogar seguro que nunca tuvo. Además, le enseñarán el lenguaje de las flores: “A veces, todas necesitaban silencio, y esa era la magia de Thornfield: un lugar donde podías expresar las cosas que no podías decir con palabras.”
Sin embargo, a los veintiséis años, un nuevo golpe la empuja a huir lejos de la granja. En el desierto, conocerá a un hombre cuya atracción será fatal. A pesar de que alguien le advierte de que “con él no estará más segura que la niña del cuento de hadas que se adentra en un bosque oscuro”, Alice cae en la tela de araña de sus encantos.
Se trata de una historia dura, pero no macabra, llena de poesía. Alice es un personaje muy especial, vulnerable, lleno de sensibilidad, como la amplia galería de mujeres que la acompañan a lo largo de la novela. La lectura nos guía por sus recuerdos, por sus alegrías y por su profunda tristeza; por sus sueños de llamas feroces; por los secretos de su familia y por su empeño de construir una vida con todo lo que ha vivido, con todo lo que sabe, y, también, con todo lo que no sabe. De fondo, las tierras lejanas de Australia cuyo impresionante paisaje se convierte en un personaje más del libro.
Las flores perdidas de Alice Hart es la primera novela de su autora y recibió el premio ABIA en 2019. Desde entonces, se ha convertido en un bestseller en todo el mundo.
En 1923, Mustafá Kemal Atatürk proclamó en Turquía una república de inspiración occidental. El islamismo dejó de ser religión de estado y se tomaron medidas como abolir la poligamia, prohibir el uso del fez, y otorgar a la mujer derechos fundamentales como el del voto, el de tener propiedades o ejercer carreras judiciales y políticas. En 1960, se prohibió el velo por primera vez a una alumna que lo llevaba en una universidad. En 1997, la prohibición, que hasta entonces existía más bien en teoría, comenzó a ser aplicada de manera estricta. El sector público turco prohibió a las funcionarias utilizar pañuelos en la cabeza (en la actualidad, se ven mujeres policías jóvenes con sus cabezas y cuellos cubiertos por debajo de la gorra del uniforme).
Con el paso del tiempo, el velo representaba para los sectores más laicos de la sociedad turca, una amenaza a los principios fundamentales del estado establecidos por Atatürk, que los podría dejar expuestos a la islamización.
Tras una época de crisis económica y falta de liderazgo político, en 2002, El Partido Islámico de la Justicia y el Desarrollo (AKP) consiguió una aplastante victoria en las elecciones. Recep Tayyip Erdogan fue nombrado primer ministro del país; su mandato dura ya veinte años.
Cuenta la escritora de origen turco Elif Batuman que, con el triunfo de Erdogan, de repente, se presentó a la gente laica como racista y autoritaria por haber reprimido y negado la libertad religiosa durtante tanto tiempo. El perfil antidemocrático de Erdogan se desveló después de las protestas de Gezi de 2013; salieron a la luz acusaciones de corrupción y tácticas represivas con periodistas y partidos de la oposición.
Las mujeres que se cubrían la cabeza en Turquía solían hacerlo con un simple pañuelo; sin embargo, en los últimos años, se ha introducido el uso del hijab a la manera islámica, e incluso del chador y del niqab. En algunos casos, el motivo puede ser favorecer los negocios de la familia con gente conservadora que gusta de ese estilo de vida. Una parte de la ciudadanía turca ve con dolor y preocupación que el presidente Erdogan conduzca al país hacia una república islámica, como la de Afganistán o Irán, en la que se invisibiliza a la mujer. Algunos hombres y mujeres sienten rechazo a los continuos cánticos en árabe desde los minaretes (que nadie entiende) o a la separación de hombres y mujeres en el interior de las mezquitas. Grupos religiosos fundamentalistas financian la política del presidente, crean escuelas para la población y le ofrecen ayudas, lo que da lugar a escenas que nunca antes se habían visto en Turquía: grupos numerosos de hombres con barba y ropa al estilo islámico, cuyas mujeres esperan discretamente lejos de ellos ocultando sus cuerpos y sus rostros bajo pesadas prendas en pleno verano.
En la zona turística de Estambul, abundan las mujeres musulmanas procedentes de otros países que cubren sus cabezas y sus cuerpos de forma llamativa, dejando apenas la cara o los ojos a la vista, y, en algún caso aislado, ni un milímetro de cuerpo. En las playas de la costa, mujeres con burkini se bañan, o cuidan de sus hijos mientras el resto de la familia disfruta de los rayos del sol y el agua salada en sus cuerpos libres de ropa.
Hay mujeres que defienden su libertad para usar el pañuelo. Benli, denuncia los obstáculos que encontraban las mujeres que cubrían la cabeza en el mundo académico y profesional. "Como no pude defender mi tesis frente a un jurado tuve que dejar la universidad. Me convertí en abogada, y aunque tengo mi propio bufete todavía no puedo acudir a mis juicios, o utilizar mis derechos ante la Justicia como cualquier persona normal". Se habla incluso de un feminismo islámico.
La periodista Amanda Figueras (española convertida al Islam) defiende su uso como un ejercicio de libertad: “Prohibir el velo es igual que obligar a ponérselo. Estamos quitando libertad a las mujeres para hacer lo que quieran.”
Sin embargo, Najat El Hachmi, periodista española que sabe bien lo que es criarse en un entorno musulmán, tiene claro que el velo es una prisión ambulante, un símbolo de control sobre el cuerpo y la sexualidad de la mujer en un sistema de normas que oprimen a la mujer musulmana. Para ella el Islam nunca fue feminista ni nunca lo será: “El peligro es que muchas chicas muy jóvenes están comprando ese discurso, están creciendo con él. Y lo más eficaz para perpetuar las injusticias y la discriminación es negarlas.”
No se puede saber si esas mujeres que se esconden debajo de capas de ropa son felices; algunas a quienes se les puede ver la cara lo parecen, pero duele pensar que ese es el futuro que espera a sus hijas pequeñas, que corren y juegan libres sin esas ataduras. Permítase que dudemos de que cuando les llegue el momento de taparse lo escojan con libertad.
Se ha escrito y hablado mucho en el último mes sobre el llamado “caso Rubiales” desde que la selección femenina de fútbol ganara el Mundial el pasado 20 de agosto.
El suceso ha sido la punta del iceberg de la violencia estructural que las mujeres viven en el deporte en general, y en el fútbol en particular. El entrenador actual, Jorge Vilda, llegó a la selección en 2015 para ocupar el puesto de Ignacio Quereda, que la dirigió desde 1988 hasta el Mundial de Canadá, cuando las 23 jugadoras pidieron su dimisión por medio de una carta abierta en la que denunciaban sus métodos “arcaicos” y la falta de preparación. Unas acusaciones que en 2022 se repitieron contra el propio Vilda.
El documental Romper el silencio de Movistar cuenta que España llegó a estar 16 años sin acudir a competiciones internacionales y su mejor clasificación FIFA fue una 14ª plaza. Quereda se mantuvo en el cargo a pesar de las quejas de las jugadoras y de Mª Teresa Andreu, la presidenta del fútbol femenino, gracias a la connivencia de la Real Federación Española de Fútbol y de Ángel María Villar. No interesaba que el equipo femenino prosperara y no se ponían a su disposición los medios físicos y técnicos necesarios. En 2015, acudieron al Mundial sin conocer a sus adversarias y sufrieron la humillación pública de la derrota y del entrenador; cuando Vicky Losada cometió un error en un partido, le dijo que era una jugadora mediocre y que nunca llegaría a nada en la vida. En las imágenes del momento, a la jugadora, se le saltan las lágrimas mientras Quereda se inclina intimidatoriamente hacia ella y le habla con dureza.
La periodista Danae Boronat conoció esta historia porque quería escribir un libro sobre las futbolistas y cuando les preguntaba por su paso por la selección, se encontraba, en todos los casos, con la sorpresa de que, lejos de haber sido un episodio memorable de sus carreras, se había convertido en algo traumático. En el documental, se puede ver cómo Quereda agarra a algunas jugadoras de la cara o de la oreja hasta provocarles dolor.
En 2022, quince futbolistas volvieron a hacer una denuncia pública, esta vez contra Jorge Vilda. Pedían un cambio antes del Mundial de Australia 2023 a causa de unos entrenamientos por debajo de sus capacidades, de las lesiones provocadas por la mala práctica del entrenador y del mal ambiente del vestuario.
La respuesta de la federación puso en entredicho a las jugadoras y declaró que no iba a permitir que cuestionaran la continuidad del seleccionador nacional y de su cuerpo técnico, ni iba a admitir ningún presión por parte de ninguna de ellas porque ese tipo de maniobras se encontraban alejadas de la ejemplaridad, fuera de los valores del fútbol y del deporte y eran nocivas.
Quizás a la luz de estos acontecimientos, se explique el espectáculo bochornoso que están dando tanto el presidente actual de la Federación como su entorno. Ojalá sirva para cambiar el funcionamiento interno de este organismo con la selección femenina y darles un trato a la altura de la excelencia que han demostrado al declararse campeonAs del mundo. Sí, con A mayúscula, porque masculino genérico tenemos de sobra en todos los sentidos, ¡anda ya!. Cuánto molesta un femenino cuando se lleva toda la vida hablando de nosotras en masculino... Es para mirárselo.
Se pueden ver casi treinta minutos de Romper el silencio en el siguiente enlace:
Otro documental que expone la situación del deporte femenino es Campeonas invisibles, de 2016:
Acabo de terminar este libro que descubrí por recomendación de Amaya Ascunce hace tiempo.
Me ha sorprendido muchísimo su temática tan de actualidad, tan moderna; sin embargo, la historia se ambienta en el siglo pasado. En concreto, el/la protagonista nació en 1960 (como el autor), y descubrió su verdadera identidad en 1974. El libro se publicó en 2002. Su escritor (Las vírgenes suicidas) obtuvo el premio Pulitzer 2003 por esta novela.
La escritura es brillante, lo cual me hace valorar el trabajo del traductor (Benito Gómez Ibáñez) para preservar el texto original. Hay tanto donde escoger entre las casi 700 páginas del libro, que es imposible abarcarlo todo. La tensión narrativa se entreteje con las emociones, las esperanzas y las posteriores frustraciones de los numerosos personajes que desfilan por sus páginas. La excusa del drama de alguien a quien se privó de su verdadera identidad sexual, y a quien estuvieron a punto de mutilar. es una parte pequeña del libro, que, a la vez, sobrevuela todas sus páginas para acabar sobrecogiéndonos en los últimos capítulos. Conocemos el final no sólo de la historia del personaje, sino de la historia de su pueblo y de su familia que empezó varias generaciones atrás:
"No tenía la edad necesaria para comprender que la vida no remite a una persona al futuro, sino al pasado, a la infancia, al tiempo anterior a su nacimientos y, finalmente, a la comunicación con los muertos. Al envejecer, cuesta trabajo subir las escaleras, entra uno en el cuerpo de su padre. Desde ahí sólo hay un breve salto hasta los abuelos y entonces, antes de que uno se dé cuenta, se empieza a viajar en el tiempo. En esta vida crecemos hacia atrás."
Calíope Stephanides, en los libros primero y segundo de la novela, se remonta a sus abuelos griegos que llegaron a Detroit como emigrantes (huyendo de la invasión turca en 1922). En el tercero, narrará la historia de sus padres, junto con su infancia y adolescencia. El libro cuarto se centra en su descubrimiento personal. De esta forma, refleja también la evolución de la sociedad de Estados Unidos a lo largo de esas décadas.
Los antecedentes importan porque son los responsables de la mutación genética ligada al quinto cromosoma del protagonista, a consecuencia de la consanguinidad de su familia a lo largo de varias generaciones desde el siglo XIX. Pero, como en muchas grandes novelas, el resultado literario supera al propósito del autor.
La historia de sus abuelos Desdémona y Lefty constituye por sí misma un libro completo. La influencia de la cultura helénica deja una huella muy personal en el estilo de la obra. Este libro primero y segundo son apasionantes. Los personajes están a medio camino entre un mundo mágico, casi épico, y la realidad más prosaica de sus difíciles vidas. Desde el recuerdo y el cariño, fruto de la convivencia con ellos en su infancia, ha recreado las vidas de sus abuelos, construyendo dos grandísimos personajes literarios. Lefty es un joven locamente enamorado, que años más tarde sufrirá el distanciamiento de su mujer sin entenderlo; reanudará antiguos vicios, para luego convertirse en un abuelo adorable (papú), cómplice mudo de su nieta. En sus últimos días, vivirá un retroceso a lo Benjamin Button. Por su parte, la yiayiá, Desdémona, se adueña del libro con su grandeza. Su neurosis y su terquedad crean un personaje legendario. Fue la Casandra que leyó el futuro de Cal con una cuchara. Ella cerrará la historia en un emotivo episodio entre ambos. Una gran revelación, que la abuela había guardado en secreto hasta entonces, dará pie a la gestación de la novela.
A través de las vicisitudes de este matrimonio, se da a conocer la historia de los gusanos y de la ruta de la seda, la invasión turca de parte de Grecia o el viaje de los migrantes a Estados Unidos y su llegada a la isla de Ellis. La industrialización de la gran ciudad de Detroit deja un pasaje magistral (pág. 128 a 130) que viene a ser el equivalente literario a Tiempos modernos de Charles Chaplin. Se trata de la descripción de una cadena de montaje en la fábrica del mismísimo Henry Ford. Asimismo cobran protagonismo la ley seca que dio de comer a esta familia durante años, y los disturbios raciales de Detroit de 1967; además de las distintas guerras en que participó el país, a las que estuvieron vinculados Milton, y Capítulo Once, padre y hermano del protagonista respectivamente.
La experiencia traumática en la clínica de trastornos sexuales e identidad sexual del doctor Peter Luce (personaje real) es especialmente dramática, aunque no se recrea en el morbo. Calíope es expuesta ante los especialistas que hablan de ella como si no estuviera presente; es objeto de valoraciones y decisiones que no la tienen en cuenta en ningún momento. Va y viene de una ciudad a otra, de una consulta a otra, sin que nadie le comunique qué le ocurre. Duele imaginarla, en la más absoluta soledad, mientras lee la definición de hermafrodita del Diccionario Webster's en la Sala de Lectura de la Biblioteca Central de Nueva York:
"Monstruo. Seguía allí. No se había movido. Y no lo leía en la pared del cubículo de los viejos servicios. El sinónimo era una palabra autorizada, oficial: el veredicto que la cultura daba a una persona como ella. Monstruo. Eso era ella. Era lo que el doctor Luce y sus colegas habían estado diciendo. Explicaba muchas cosas. Explicaba el llanto de su madre en la habitación de al lado. Explicaba la falsa alegría en la voz de Milton (su padre)."
El doctor Luce decide sobre su anatomía, sobre su sexualidad, sobre su futuro, e incluso sobe su felicidad, por ella y por sus padres, en una llamativa reflexión sobre la educación en los estereotipos de género:
"[...] siguió una línea de desarrollo fundamentalmente femenina. Sobre todo en lo que se refiere a los genitales externos. Eso, asociado a su educación en sentido femenino, ha tenido por consecuencia que, además de parecerlo, piensa y actúa como una chica. [...] La cirugía hará que Callie tenga exactamente el aspecto de la chica que considera ser. En realidad, será esa chica. Su aspecto exterior corresponderá con su aspecto interior. Será una chica completamente normal. Nadie notará nada. Y entonces Callie podrá disfrutar de la vida."
"[...] el placer sexual sólo es un factor entre los muchos que constituyen una vida feliz. Poseer los atributos necesarios para casarse y pasar por una mujer normal en la sociedad también son objetivos importantes"
Lo cual lleva a Callie a una genial conclusión sobre la normalidad:
"Me había equivocado con Luce. Yo contaba con que, después de hablar conmigo, decidiría que era normal y me dejaría en paz. Pero empezaba a entender algo de la normalidad. La normalidad no era normal. No podía serlo. Si la normalidad fuese normal, nadie se preocuparía de ella. Pero la gente tiene dudas sobre la normalidad, y sobre todo los médicos, que no estaban seguros de que se manifestara como era debido. De modo que se sentían inclinados a corregirla."
A pesar de su vulnerable juventud, es capaz de investigar qué le ocurre realmente (gracias a sus estudios de Latín) y tomar una difícil decisión a espaldas del mundo adulto que debería protegerla. Así nos cuenta la transición de un sexo a otro; simbólica y físicamente, acaba con su larga melena que se había negado a cortar, (al igual que su abuela, aunque por motivos diferentes):
"Cerré los ojos. Me negué a seguir manteniendo la mirada de Calíope. [...] Abrí los ojos. Y en el espejo no estaba yo. Había desaparecido la Mona Lisa de sonrisa enigmática. Ya no era la chica tímida con el enredado pelo negro sobre la cara, sino su falso hermano gemelo."
A la adolescente que había ocultado su rostro durante años, le sobraban motivos para vivir una crisis de identidad sin precedentes. De esta manera, muere Calíope y nace Cal, pero ambos conviven en su interior y es sin duda lo que constituye esta sensibilidad tan singular.
Caí en la trampa del juego cervantino de los espejos y de las cajas chinas, y no fui consciente hasta que terminé el libro y me puse a investigar, de que no está basado en la experiencia del autor. Es una lectura que invita a la re lectura. Al terminar de acompañar a Callie hasta el final, quieres volver a sus inicios para comprenderla mejor. Cal nos escribe desde la edad adulta, pero es fiel al tono que requiere cada pasaje de su vida y las de sus seres queridos; aporta detalles de cuya importancia no somos conscientes en el momento, por lo que logra mantener el suspense. Es más, aunque en mi reseña revelo datos trascendentales de la historia, esta información no sustituye en absoluto a la emoción de su lectura que te hace deslizar página tras página sin apenas darte cuenta de que has devorado la mitad, de que has llegado al final y te tienes que despedir de Callie, de Des, de Lefty, de Tessie, de Milton, de Lina, de Zo... hasta de Capítulo Once. A Jimmy Zizmo, no lo echaré de menos.
Por si quieres saber más:
Libro con que contiene el diario de Herculine Barbin, personaje real del siglo XIX en que se inspiró el autor.
Delante de la chimenea. El sol que entra por la ventana me da en la cara.
Sentada sobre un taburete bajo, tapada con una manta.
Recta. La espalda se estira. La columna tira de la musculatura. La cabeza crece hacia el techo. La postura me ayuda a sentirme mejor, más estable, me envía un mensaje de serenidad.
Soy yo en el espacio, tomando consciencia de mi cuerpo y del espacio.
Respiro. Mi abdomen se mueve. Las inhalaciones masajean mi diafragma. Las exhalaciones alivian y sueltan.
Pensamientos, ruidos, interrupciones, tareas pendientes... me acechan, tiran de mi mente.
Respiro, me sirve de ancla. Meditar es mi ancla con la estabilidad.
Hace tiempo, escuché por primera vez a Amaya Ascunce hablar de esta serie en un podcast de Cristina Mitre. Decía que en un episodio pasaba de la risa al llanto a partes iguales. Me interesó.
Dejo bien claro que es una serie con una buena dosis de ñoñería o sensiblería que a mucha gente le puede "tirar pa'tras", y que, evidentemente, es ficción.
Otro factor a tener en cuenta: no te puedes fiar de los primeros capítulos. La serie se construye a medida que van pasando episodios y temporadas. Para mi gusto, las cuatro primeras son las mejores, una historia redonda; la quinta y la sexta temporadas creo que son un estiramiento del éxito de las anteriores (aunque no dejan de tener capítulos y momentos maravillosos).
El ingrediente que más me atrae es, sin duda, el emocional. Se abordan las emociones de cada personaje a lo largo de su vida, y se ve cómo condicionan las relaciones con el resto de la familia, y viceversa. En cada episodio, suele haber dos o tres zonas temporales, incluso a veces cuatro, con un hilo temático o de argumento que las vertebra. Sin duda, la manera en que se entreteje la trama es el ingrediente que te atrapa de un capítulo a otro. El guion da giros totalmente inesperados entre capítulos, entre temporadas, o, dentro del mismo episodio. Los guionistas van soltando miguitas (aparentemente sin importancia) que van recogiendo tiempo después y revelando que aquel detalle insignificante era crucial.
Es sorprendente ver la caracterización de cada actor desde el inicio de la vida adulta hasta la madurez, así como el asombroso parecido entre los actores que representan a los tres hermanos Pearson en las distintas etapas de su infancia, adolescencia y juventud.
La serie es la vida (como dice el cartel, "This is real"). Crea un universo en el que estoy a gusto. Es una serie en la que me siento segura porque sé que todos los conflictos se acaban resolviendo aunque no sea siempre de la "mejor" manera. Vives emociones y situaciones a través de sus personajes, los acompañas en sus problemas y en sus caminos personales (cada uno muy duro) como si fueran algo tuyo, como si una parte de ti lo estuviera viviendo y superando también.
Toca todos los problemas posibles de la vida actual (incluida la pandemia) y del ser humano: las adicciones, la obesidad, la ansiedad, el duelo, la diversidad sexual, el racismo... por nombrar algunos. Y todos, para mi gusto, con gran sensibilidad, profundidad y acierto. Pero el que sobrevuela por encima de todos es el de las relaciones personales: en la pareja, con el padre (con el otro), con la madre (con la otra), con un hermano, con el otro, con la otra, con un hijo, con el otro, con la otra... Y la más importante: de cada personaje consigo mismo: con sus luces, y con todas y cada una de sus sombras.
Mi personaje preferido es Beth. Por su belleza, su elegancia y su preciosa sonrisa. También, por su sensibilidad, su humanidad, su vulnerabilidad, su fuerza, su cariño y su sentido del humor. La complicidad que establece con William (el padre biológico de su marido) nos regala alguno los momentos más bonitos de la serie. La pareja que forma con Randall (al igual que la de Rebecca y Jack) está basada en el respeto, la comunicación y la confianza. Es un amor incondicional que soporta los embistes de la vida.
Como decía, con cada personaje aprendes una lección, pero hay uno que me parece especialmente bien construido en este sentido: Kate, la chica de los "súper tres". Puede que sea el que más evoluciona desde la infancia. La razón por la que también me parece todo un acierto es la estética de la actriz, que rompe los estereotipos a los que estamos acostumbrados en personajes protagonistas. Con lo cual, se demuestra que se puede tener éxito con personajes que se alejan de los cánones de una sociedad que encasilla a las personas en una belleza convencional. Vemos a Kate pasar de ser una niña dulce, alegre y feliz, a sentirse discriminada por su peso y empezar a tener miedos. Así, llega a una adolescencia y juventud complicadas que la convierten en huraña. Luego, en la edad adulta, la vemos crecer también sufriendo un proceso de trasformación enorme que la llevará a convertirse en la mariposa que estaba destinada a ser.
Me comentaba una amiga a quien también le encanta la serie, que los personajes no dejan de evolucionar. A través de ellos, te das cuenta de cómo evolucionas tú y lo que aún puedes hacer. Es un serie que te reconcilia con el ser humano. A pesar de las muchas dosis de drama, te deja buen sabor de boca. Ver This is us es volver al hogar.
Disponible en Amazon Prime Video, Movistar, y RTVE Play (creo que la primera temporada de momento).