viernes, 27 de mayo de 2016

¿Qué es el éxito?



Hace unas semanas, acudí a una fiesta de antiguos alumnos del colegio al que asistí desde los cuatro hasta los dieciséis años. A algunos compañeros, hacía más de veinte años que no había vuelto a verlos.

Como educadora (madre y docente), he estado dándole vueltas a algo que me ocurrió con uno de estos compañeros. Al verme, le costó reconocerme, y no recordaba mi nombre. Recordaba que era "chiquitina" (aunque según él, he crecido, jaja) y buena estudiante. Como dice Elsa Punset, "Podrás olvidar lo que las personas dijeron; podrás olvidar lo que las personas hicieron, pero no podrás olvidar lo que te hicieron sentir". En fin, eso es lo que yo había hecho sentir a mi compañero: "chiquitina y estudiosa". Yo recordaba de él que era muy simpático; una temporada que nos sentaron juntos, me lo pasé muy bien. Nos contó que sus hijos se andaban intercambiando la etiqueta de "malo" el uno a la otra, y que le preocupaba que se les encasillara de tan pequeños, porque una vez que arrastras una etiqueta no te la quitan nunca.

Supongo que cada uno guarda sus propios sinsabores personales de la época del colegio y de la infancia. Yo no dejé más huella porque no era una alumna "popular", y esa es una de las razones por las que he tardado en decidirme a acudir a estas reuniones, no quería volver a sentirme igual de poco popular e insignificante que me sentía a veces en el colegio. Sin embargo, creo que a este compañero, aunque era popular, y yo guardo buena impresión de él, todavía le pesa la etiqueta de mal estudiante. Es decir, que cada uno tiene su propia insatisfacción de aquella época.

Una reflexión suya me llamó la atención: que las personas que han sido buenas estudiantes en el colegio son las que tendrán éxito en el futuro. No puedo estar menos de acuerdo con esta afirmación, y pienso que lo que se sabe hoy en día sobre psicología y educación lo justifica. Hay muchos tipos de inteligencia que el sistema educativo no potencia y que, sin embargo, contribuyen al éxito de las personas. Es verdad que los niños con autonomía, con una buena resiliencia y resistencia a la frustración son más propensos al éxito en la vida adulta, pero esto no sólo se consigue teniendo buenas notas. De hecho, conozco tanto casos de muy buenos estudiantes en su etapa escolar, que fracasaron posteriormente, como otros que despuntaron cuando al fin pudieron centrarse en aquello que se les daba bien. No es sólo ser buen estudiante lo que te encamina al éxito en la vida. Pienso que, afortunadamente, es un conjunto de muchos factores.

¿Qué es tener éxito en la vida? ¿Hacer lo que te gusta? ¿Tener una familia? ¿Ser un buen padre? ¿No atarte a nada? ¿Tener tu propia empresa? ¿Viajar por el mundo? ¿Bailar? ¿Escribir? ¿Escalar? ¿Pilotar aviones? ¿Tener dinero? ¿Ayudar a los demás? ¿Ser un buen profesional? ¿Lograr tus sueños? ¿Reinventarte a ti mismo? ¿Salir de la zona de confort? ¿Superar los golpes de la vida? ¿Ser feliz? ¿Ser famoso?...

¿Quién mide el éxito que has tenido? ¿Tú mismo? ¿Los demás? ¿Tus antiguos profesores? ¿La universidad? ¿Tu jefe? ¿El gobierno? Desde mi punto de vista, el éxito debería medirlo uno mismo porque, si no, siempre se estará a expensas de la opinión ajena, y nunca sentirás haber logrado ningún éxito. Ser feliz con lo que se haya logrado, sea "mucho" o "poco".

Todo es relativo, en Etiopía o en Siria, se conformarían con sobrevivir a una hambruna o a una guerra, ¿no? Que unas cuantas células se juntaran para formar un ser único e irrepetible ya es un éxito en sí. Puede que no seas perfecto, pero no hay ninguna otra persona en el mundo tan valiosa ni tan especial como tú. Que cada uno desarrolle su propio potencial porque sus éxitos son suyos, de nadie más, y nadie puede apropiarse de los ajenos.

Todos (altos, bajos, guapos, feos, rubios morenos, populares, impopulares, más listos, menos listos, más estudiosos o menos...) estamos hechos del mismo material: de sentimientos, de emociones. Por eso, a todos nos duele lo que nos hace daño, y nos alegra lo que nos hace felices. Por eso, recordamos lo que las personas nos hicieron sentir, aunque no recordemos ni sus palabras ni sus actos. Por eso, nos preocupamos de nuestros hijos y de su felicidad. Por eso, es fundamental trabajar la más importante de las inteligencias en nosotros y en nuestros hijos: la inteligencia emocional. Dominar esta inteligencia sí que es todo un éxito.