domingo, 20 de noviembre de 2011

Tormenta sobre la Bahía de Santander, y otros cuadros

Mi tierra es así, tan pronto luce un sol espléndido, como aparecen unos nubarrones negros a lo lejos, y lo cubren todo de tinieblas, haciendo descender la temperatura hasta una decena de grados.


Hace poco, hemos podido obsevar claramente, por el ventanal del salón, cómo de una tormenta que llegaba por el Oeste iba cayendo la lluvia sobre la Bahía. De ese punto cardinal, nos llega precisamente "el gallego", nombre que recibe por aquí el viento de los chubascos.

Tengo que reconocer que somos unos privilegiados; cada día podemos disfrutar de un cuadro distinto. El mar, el cielo y las montañas cambian constantemente.



Puedes ver cómo entra la corriente en el cambio a la pleamar, y comprobar más tarde cómo ha subido la marea, o que está tan baja que se ven los arenales del fondo. La superficie del agua brilla transparente con el sol de la mañana,  o se torna con el de la tarde, de un añil tenue, entreverado de ondas serpenteantes, más claras. El viento Sur pica su superficie verde con peñascos de espuma blanca, y el Nordeste la tiñe de un azul oscuro intenso. El amanecer la convierte en rosada o anaranjada. Sin embargo, se apaga o se ennegrece los días nublados o de lluvia. Si el resolillo asoma entre las nubes, brilla como un espejo y le arranca destellos plateados, pero, a medida que la luz desaparece, los reflejos se van apagando hasta que el cristal pierde su azogue mágico por completo.




Sin duda, una de las visiones más llamativas tiene lugar en las noches de luna llena; si hay suerte de que el cielo esté despejado, riela blanca, grande y brillante sobre sus aguas. ("Con cien cañones por banda", qué ilu me hace usar ese verbo, je, je...)




En cuanto a las montañas, ellas aparecen y desaparecen a su antojo. Siempre he pensado que a los turistas les tiene que sorpender este espectáculo. Tal vez, lleguen a Santander en un día nublado en el que solo vean la gran masa de agua de la Bahía limitada por nubes grises, negras y blancas al otro lado. Pero puede que, al día siguiente, luzca un sol radiante, y haya brotado, como por arte de magia,  la Peña Cabarga rodeada de todas las sierras cercanas y lejanas de nuestra provincia. E incluso que emerjan claramente los Picos de Europa por el Oeste. El espectáculo se completa con el juego de luces; según el momento del día, el viento que sople o la estación del año. En ocasiones, la luz las acerca tanto que parece que las puedes tocar; otras, perfila sus contornos dorados, o hace brillar la nieve sobre sus cumbres y laderas.


Cantabria, y, en general, la cornisa cantábrica, no es una tierra fácil para vivir si no te acostumbras a estos cambios, a las largas temporadas de lluvia intensa o a la humedad. Pero sí que es fácil admirar su gran belleza. Por algo, se han utilizado mensajes publicitarios para atraer el turismo como "Cantabria, la creación sigue", o "Cantabria infinita".

Isla de Mouro (El Sardinero)

Somiedo (Asturias)


jueves, 17 de noviembre de 2011

Frases célebres de mis hijos (VII)


Gracias a Valentina, de la UP, que abrió el foro de frases célebres, he cogido la costumbre de anotar las ocurrencias de los niños, y me alegro porque, si no, se olvidan con mucha facilidad. Aun así, seguro que siempre se queda alguna en el tintero.

Viendo el telediario, Jaime le pregunta a su hermano: “Jesús, ¿quién te gusta más esta chica (la presentadora) o mamá?” A Jaime, por supuesto, le gusta más mamá. Jesús, muy diplomático que es él, contesta que la chica del telediario también es muy guapa.

No sé por qué a mis hijos les encanta ver Supernanny. Lo he comentado con más amigas, y a los suyos, también. Me pregunta Jaime, “¿Mamá, pero Supernanny existe?” Yo, "Sí", "¿Y por qué no la vemos nunca por la calle?" Yo, "Por que vive en otra ciudad" "Ah, claro, que vive en otro país..."

Íbamos a ir a comer a un restaurante al que nos suelen invitar mis padres; a mis hijos les encanta. Le pregunta su padre a Jesús, “¿Qué te gusta más el restaurante o la pizzería?” “Los dos” (Ya he dicho que es muy diplomático) “¿Qué te gusta más el restaurante con los abuelitos, o la pizzería con tu prima (tiene doce años, y la adoran)?” “Las dos cosas” “¿Qué te gusta más el restaurante o la pizzería con los abuelitos, con los tíos y con tu prima?” “Las dos cosas” “A ver, ¿quién te gusta más fulanita (una compañera de clase) o “menganita” (otra compañera)?” “Fulanita” ¡Por fin, se mojó! Eso lo tiene muy claro.

A Jaime le salió un sarpullido por el tronco a causa de la fiebre. Esta es su explicación: “Tengo un zarpazo aquí” (señalándose el pecho)

También estaba afónico y decía: “Me he cambiado de voz” Por la tarde, que ya pasó a ronquera, me pregunta lastimosamente: “Mamá, ¿por qué tengo esta voz?”

Jesús, mientras estaba sentada en el sofá haciendo unas cosas de un curso de autoayuda al que voy, y él con sus deberes, en la mesa del salón. “¿Tú también haces deberes con enunciados? Jo, qué morro, yo también quiero hacer deberes en el sofá.” Yo, “Cuando tengas 39 años, los harás.” Él, “Cuando tenga 39 años, ya no haré deberes.” Yo, “Mírame a mí.” Él, “Claro, es que tú te apuntas a cursos.” Ja, ja, ja… claro, es que ¿a quién se le ocurre?

Jaime, “¿Cómo pueden dormir los chinos si tienen los ojos cerrados?”

Le hice una relajación a Jesús, porque, últimamente, está muy alterado. Es un niño muy tranquilo, y muy bueno, pero, a ratos, le ha dado por desobedecer, por lloriquear cuando no consigue algo, hacer el tonto y no escuchar… (Por si acaso era que cogía ideas, le he dicho que ya no dan Supernanny) Así que le leí una relajación para niños, en la que tienen que imaginar un jardín. Y le encantó; me dice: "mamá, casi me duermo, pero también me entraban ganas de llorar de lo bonito que era." ¡Qué lindo!

Por las mañanas, cuando se van al cole, les doy un beso, y les digo a cada uno “Pásalo bien”. Una mañana, Jaime, se da la vuelta, viene corriendo a darme otro beso, me agarra la cara con las dos manitas y me dice, con una gran sonrisa, como de haber tenido una buena ocurrencia “¡Mamá, y tú, pásalo bien en el Instituto!” ¿No es para comérselo?

lunes, 14 de noviembre de 2011

Una de bichos

No es que yo sea entomóloga, ni precisamente muy amiga de los bichos, pero, de vez en cuando, nos encontramos cosillas interesantes como estas.
Tengo que dar las gracias a Marian, de La Cambrila, que me descubrió que, además de admirar estos pequeños detalles, puedo fotografiarlos (aunque no tan bien como ella).


Insecto camuflado en una mata de lavanda

 
Mantis religiosa en La Hermida

Libélulas procreando junto al río Nansa

Cigaena Negra en el Pirineo de Lérida


martes, 1 de noviembre de 2011

Frases célebres de mis hijos (VI)


Hablando de un niño que hace muchas tonterías, comentamos “Bueno, es que se madura poco a poco” Jesús, riendo sorprendido “¿Qué pasa? ¿Es que los niños estamos verdes?”

Jaime se despierta a las dos de la mañana con dolor de barriga, y se viene conmigo a nuestra cama. Parece que tiene muchos retorcijones, y dice con voz convencida, seria y lastimera: “Yo quiero dormir con mamá, pero es imposible”. La cosa acabó en el cuarto de baño, como era de esperar.

Jesús, hablando con su padre de por qué los corredores de Fórmula Uno cambian tanto de equipo. Su padre le dice que son como los futbolistas, que “no se casan con nadie”, y se van con el que más dinero les da. Entonces dice Jesús, muy convencido: “Ah, ya entiendo: que como tienen que jugar en muchos sitios, ya no pueden ver a sus mujeres, ¿no?”

Jaime vino el otro día muy contento porque su profe les dijo que iban a ir al Museo Marítimo. Una noche me dice, preocupado: “No quiero ir al Museo Marítimo en autobús porque ¿y si se olvidan de desatarme el cinturón?” A veces, no entendemos por qué sufren los niños… Imaginaos qué angustia el pobre; pensará: “¿Y si me quedo aquí, atado al asiento y nadie se da cuenta?”

Jaime, antes de dormir: “Mamá, te quiero con corazones de amor” ¡Me lo como!