domingo, 29 de abril de 2012

Simplicidad voluntaria

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Sigo con el libro Mindfullness en la vida cotidiana. Donde quiera que vayas, ahí estás. De Jon Kabat-Zinn, Ed. Paidós.


Con frecuencia surge en mí el impulso de meter otro esto u otro aquello en el momento presente. Sólo esta llamada, sólo pasar por aquí de camino hacia allá, aunque pueda estar en la dirección opuesta.

He aprendido a identificar este impulso y a desconfiar de él. Me esfuerzo en decirle no. Este impulso conseguiría que acabara desayunando con los ojos clavados en la caja de cereales, leyendo por enésima vez la composición nutricional del contenido o la fantástica oferta de turno de la compañía. A este impulso le trae sin cuidado con qué lo alimente, con tal de que siga alimentándolo. El periódico es una atracción incluso mejor, o los folletos de ofertas de los supermercados, o cualquier otra cosa que esté a mano. Huga para llenar el tiempo, conspira con mi mente para mantenerme inconsciente, adormecido y envuelto en una neblina de aturdimiento hasta un cierto punto, lo suficiente como para que me llene el estómago o acabe atiborrándome mientras en realidad me pierdo el desayuno. Me lleva a no estar disponible para los demás en esos momentos, a perderme el juego de luces que hay sobre la mesa, los olores de la habitación y las energías del momento, incluidos los conflictos y las discusiones, en un momento en que todos los miembros de la familia estamos reunidos antes de seguir nuestros distintos caminos durante el día.

Me gusta practicar la simplicidad voluntaria para contrarrestar tales impulsos y asegurarme de que me alimento a un nivel profundo. Esto implica poner la intención en hacer una sola cosa a la vez y asegurarme de que estoy presente para hacerla. Las oportunidades para hacer esto abundan: dar un paseo, por ejemplo, o pasar unos momentos con el perro estando realmente con el perro. Simplicidad voluntaria significa ir a menos lugares en un solo día en lugar de ir a más, ver menos para poder ver más, hacer menos para poder hacer más, adquirir menos para poder tener más. Todo cuadra. En cuanto que padre de tres niños pequeños, sostén de familia, marido, hijo mayor con relación a mis padres y persona que se preocupa profundamente por su trabajo, para mí no es una opción irme a una laguna de Walden u otra y sentarme debajo de un árbol unos años, escuchando cómo crece la hierba y cómo cambian las estaciones, por mucho que ese impulso surja en mí a veces. Pero dentro del caos organizado y de la complejidad propios de la vida familiar y laboral, con todas sus exigencias y responsabilidades, frustraciones y regalos incomparables, hay muchísimas oportunidades para optar por la simplicidad, por medio de pequeñas cosas.

Ralentizarlo todo es una parte importante de esto. Pedir a mi mente y a mi cuerpo que permanezcan con mi hija en lugar de contestar el teléfono, no reaccionar al impulso interno de llamar a alguien a quien tengo que llamar justo en este momento, tomar la decisión de no comprar cosas de forma impulsiva o incluso no responder de forma automática a la seductora llamada de las revistas, de la televisión o de las películas; todas estas son formas de simplificar un poco la vida. Otras pueden consistir en simplemente dedicar una tarde a no hacer nada, o en leer un libro, o en salir a pasear solo o con uno de mis hijos o con mi mujer, o en reapilar la leña o mirar la luna, o en sentir el aire en mis mejillas bajo los árboles o acostarme temprano.

Practico el hecho de decir no para simplificar mi vida, y una y otra vez descubro que nunca lo hago lo bastante. Requiere una férrea disciplina, pero el esfuerzo merece mucho la pena. Sin embargo, se trata también de una cuestión delicada. Hay necesidades y oportunidades a las que debemos responder. El compromiso de mantener la simplicidad en medio de un mundo tan complejo es un acto que requiere un delicado equilibrio. Siempre hay que reconsiderar las cosas, investigar más y prestar mucha atención. No obstante, el concepto de simplicidad voluntaria me ayuda a ser consciente de aquello que es importante, a tener presente que hay una ecología de mente y cuerpo, y un mundo en que todo está interconectado y toda elección tiene consecuencias de gran alcance. No podemos controlarlo todo. Pero el hecho de elegir la simplicidad siempre que es posible incorpora a la vida el ingrediente de la libertad profunda, algo que nos resulta extremadamente esquivo, así como un sinfín de oportunidades para descubrir que menos puede ser más.

¡Sencillez, sencillez, sencillez! Os digo que vuestros asuntos sean dos o tres y no cien o mil; en lugar de un millón, contad media docena. [...] En medio de este mar variable de la vida civilizada, son tales las nubes y tormentas y arenas movedizas y los mil y un artículos que considerar, que un hombre tiene que vivir, si no quiere fracasar e irse a pique, lejos de puerto, por estima, y el que triunfe será en verdad un gran calculador. Simplificad, simplificad.

THOREAU, Walden

martes, 24 de abril de 2012

El abuelo Ángel


En mi entrada de Recuerdos ancestrales, mi padre aclaraba, en los comentarios, que mi abuelo paterno había muerto cuando él era joven, por lo que ninguno de sus nietos llegó a conocerlo.

Pero eso no quiere decir que no me acuerde de él, ni que no haya dejado huella en mi persona, y, en mi memoria. Primero, porque siempre he oído contar que era un hombre muy bueno, y que mi padre se parecía mucho a él. Así que lo supongo muy parecido a mi padre en muchos aspectos, tanto de su bondad, como de su gusto por la música. Porque mi abuelo era músico (de una banda de un pueblo pequeñito de Teruel, pero músico); de él, heredaron sus hijos el buen oído, y en casa de mis padres, siempre se cultivó el gusto por la música clásica.

Y tengo un recuerdo ancestral ligado a él. Mi abuela contaba que ella cantaba fatal, y que mi abuelo, les cantaba a mi padre y a mis tíos canciones para dormir, y no se dormían porque siempre querían más. Sin embargo, mi abuela, les hacía "Aaaaaaaaaaaaaaa", y, en dos minutos, se quedaban fritos sin reclamo de bises. Así, que cuando oigo a alguien mecer a un niño con el "Aaaaaaaaaaa", me acuerdo de mi abuelo Ángel.

Tengo una imagen lejana y difusa de su casa, en el casco antiguo de Zaragoza, y su piano. Yo era muy pequeña, pero me admiraba saber que mi abuelo desaparecido había acariciado esas teclas y había dejado su huella en ellas.

También sé que le gustaban mucho los niños, como a mi padre, y mi abuela siempre se lamentaba de lo que hubiese disfrutado de sus nietos. Así que, muchas veces, mirando esta foto, intentaba imaginar cómo hubiese sido tener un abuelo como él.

Mi padre cuenta muchas anécdotas de lo que les decía, de bromas que les gastaba; de la ilusión con que preparaba los Reyes, que ya empezaba a comprarlos al día siguiente de la misma celebración para el próximo año; de lo que sufrió en sus fracasos empresariales, y en su enfermedad.

También he pensado muchas veces en el dolor de mi padre muy joven, al perder a una persona tan maravillosa. Me lo imagino a través de los ojos de mi madre, que fue al velatorio acompañando a una hermana, una de mis tías maternas, con quien mi padre cantaba en una coral; nos lo describió paseando por la casa con gafas oscuras.

Curiosamente, porque mi padre necesitaba el dinero para la familia, dadas las circunstancias, mi madre se acordó de él cuando le ofrecieron un puesto de trabajo en Mequinenza como profesora, donde también buscaban a otro profesor para la parte de ciencias (profesión para la que en realidad no tenía vocación, y que no tardaría en abandonar). Fue allí donde se conocieron,  se enamoraron y empezaron a recorrer un camino de más de 50 años, sin el cual, yo no estaría aquí, ni estaría escribiendo esta entrada del abuelo al que no conocí.

lunes, 23 de abril de 2012

Día del libro, 2012

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El otro día, una compañera de la UP dejó este cartel sobre la lectura para niños, que me encantó.
¡Feliz día del libro!
Pinchar sobre la imagen para verla mejor

viernes, 20 de abril de 2012

Ceder

Fountain

En el libro de Vivir la crisis con plenitud, de Jon Kabat-Zinn, habla de que uno de los fundamentos de la práctica de la atención plena es ceder:


Dicen que en la India existe una forma muy inteligente de cazar monos. Según cuentan, los cazadores recortan en un coco un agujero lo suficientemente grande para que el mono pueda introducir por él su mano. Después, perforan dos agujeros más pequeños en el otro extremo y pasan por ellos un alambre cuyo terminal atan a la base de un árbol. El mono desciende del árbol, introduce su mano en el agujero y agarra el plátano que los cazadores han introducido en el coco. El agujero ha sido recortado de forma que la mano abierta del mono pueda pasar por él, aunque no su puño cerrado. Todo lo que tiene que hacer el mono para liberarse es soltar el plátano, aunque parece ser que la mayoría de los monos no cede.

Con frecuencia y a pesar de toda nuestra inteligencia, nuestras mentes nos juegan pasadas parecidas, razón por la que el cultivo de la actitud de ceder o de la falta de apego es fundamental para la práctica de la atención plena. Cuando comenzamos a prestar atención a nuestra experiencia interior, descubrimos inmediatamente que existen determinadas ideas y sensaciones a las que da la impresión de que la mente quiere adherirse. Si son agradables, intentamos prolongarlas, estirarlas y convocarlas una y otra vez.

Existen, de igual modo, muchas ideas, sensaciones y experiencias que tratamos de evitar, o de las que intentamos liberarnos o protegernos porque son desagradables, dolorosas y porque, de una u otra forma, nos dan miedo.

En la práctica de la meditación, nosotros, de forma deliberada, dejamos de lado la tendencia a elevar determinados aspectos de nuestra experiencia y a rechazar otros. En vez de ello, lo único que hacemos es dejar que nuestra experiencia sea la que es y practicar observándola en cada momento. Ceder es una forma de dejar que las cosas sean como son y de aceptarlas así. Cuando observamos cómo nuestra mente ase y se aleja, acordémonos de desasirnos de esos impulsos expresamente, aunque no sea más que para ver lo que sucede. Cuando nos vemos juzgando nuestra experiencia, dejemos que esas ideas enjuiciadores se vayan. Reconozcámoslas y no las persigamos más. Dejémoslas en paz y, al hacerlo, permitamos que se vayan. Del mismo modo, cuando nos vienen ideas del pasado o del futuro, dejémoslas en paz. Sólo permanezcamos alerta.

Si encontramos especialmente difícil, porque nos domine de forma especial la mente, alejar algo de ella, podemos dirigir nuestra atención a lo que se siente "aferrándose" a ello. Aferrarse es justo lo contrario de alejar. Podemos convertirnos en expertos en nuestros propios apegos, con independencia de cuáles sean y de sus consecuencias en nuestras vidas, y en qué se siente en esos momentos en que, por fin, cedemos, así como, también, de cuáles son las consecuencias de ello. El hecho de encontramos dispuestos a mirar las formas en que nos aferramos muestra, en el fondo, mucha experiencia en lo contrario, de modo y manera que, tengamos o no éxito en desasimos, la atención plena sigue enseñándonos si estamos dispuestos a mirar.

El soltarse o desasirse no constituye ninguna experiencia del otro mundo. Lo hacemos todas las noches al irnos a dormir. Nos echamos en una superficie acolchada, sin luces, en un lugar tranquilo y dejamos que nuestras mentes y cuerpos se dejen ir. Si no lo hacemos, no podremos dormir.

La mayoría de nosotros hemos experimentado a veces que la mente no se calla cuando nos vamos a la cama. Esta es una de las primeras señales de un elevado estrés. En tales casos, podemos sentimos incapaces deliberamos de ciertas ideas porque nuestra implicación en ellas es demasiado poderosa. Si intentamos forzamos a dormir, es peor todavía. Por tanto, si podemos dormir, quiere decir que ya somos expertos en desasimos. Lo que ahora nos queda es practicar, aplicando esta habilidad también a situaciones en que estemos despiertos.

miércoles, 18 de abril de 2012

Gracias por los comentarios

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Como, últimamente, me están llegando varios comentarios (no voy a decir muchos, porque al lado de otros blogs, sería exagerar), quiero agradecer en público mi satisfacción al recibirlos: desde los de mis padres, hasta los de los anónimos.

Como dice el widget de tantos blogs: un blog se alimenta de tus comentarios. Y es verdad; pienso que no está completo sin que exista retroalimentación. Me alegra mucho saber que lo que publico gusta, agrada y ayuda a más gente, aparte de a mí.

Me han hecho mucha ilusión todos los que me han llegado, y, además, me han vuelto a elegir para la selección de blogs de papás mamás de Bebés y más.

Gracias de corazón.
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Océanos

Tursiops+truncatus

A Jaime le toca trabajar los delfines en clase. Como tienen que llevar material relacionado con el tema, me he acordado de una película-documental que vimos en el cine, y que es realmente espectacular: Océanos.

Estas dos escenas son de las que más me gustaron, aunque la película no tiene desperdicio en ninguno de sus minutos:


No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfear

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Hay un libro muy sencillo, y muy fácil de leer de meditación: Mindfulness en la vida cotidiana. Donde quiera que vayas, ahí estás. De Jon Kabat-Zinn, Ed. Paidós.

Aunque para un conocimiento y una práctica más profundos es más rrecomendable Vivir con plenitud la crisis, del mismo autor.

En el primer libro, que he sacado de la Biblioteca, he encontrado esta explicación, que es muy esclarecedora de lo que es la atención plena:

Un punto de vista que está muy extendido es que la meditación es una forma de desconectar de las presiones del mundo o de nuestra propia mente, pero esto no es exacto. La meditación no excluye ni desconecta nada. Consiste en ver las cosas con claridad y en situarnos deliberadamente de forma distinta con relación a ellas.



Las personas que llegan a nuestra clínica aprenden rápidamente que el estrés es una parte inevitable de la vida. Si bien es cierto que podemos aprender a no empeorar nuestra situación tomando decisiones inteligentes, en la vida hay muchas cosas sobre las que tenemos muy poco o ningún control. El estrés forma parte de la vida, del hecho de ser humano; es algo inherente a la condición humana. Pero esto no significa que tengamos que asumir el papel de víctimas ante las grandes fuerzas que afectan a nuestra vida. Podemos aprender a trabajar con ellas, a comprenderlas y a encontrarles un sentido, así como a tomar decisiones decisivas y a utilizar sus energías para desarrollar fuerza, sabiduría y compasión. Esta actitud de estar dispuesto a aceptar lo que hay y a trabajar con ello es lo que constituye la esencia de toda práctica meditativa.



Para ilustrar cómo funciona la atención plena, podemos comparar la mente con la superficie de un lago o del océano. En el agua siempre hay olas. A veces son grandes, a veces pequeñas y a veces casi imperceptibles. Las olas surgen en la superficie del agua porque las agitan los vientos, que vienen y van y cambian de dirección y de intensidad, tal como hacen los vientos del estrés y del cambio en nuestras vidas, que levantan olas en nuestra mente.



Las personas que no comprenden la meditación piensan que se trata de una suerte de manipulación interna especial que acabará con todas estas olas para que la superficie de la mente pueda estar lisa, tranquila y calma. Pero del mismo modo que no podemos colocar una lámina de cristal sobre el agua para calmar las olas, tampoco podemos eliminar las olas de nuestra mente de forma artificial, e intentarlo no es muy inteligente. No hará sino crear más tensión y lucha interna, no calma. Esto no significa que conseguir calma sea algo imposible. Lo único que ocurre es no podemos conseguirla por medio de intentos disparatados de eliminar la actividad natural de la mente.



Gracias a la meditación podemos resguardarnos de gran parte de los vientos que agitan la mente. Con el tiempo, es posible que gran parte de las turbulencias se vayan calmando, porque ya no las estaremos alimentando continuamente. Pero, a la larga, los vientos de la vida y de la mente soplarán, hagamos lo que hagamos. La meditación tiene que ver con saber algo acerca de esto y acerca de cómo trabajar con ello.



El espíritu de la práctica de la atención plena fue plasmado con gran acierto en un póster en el que se veía al yogui Swami Satchi-tananda, ya septuagenario, con una larga barba blanca y vestido con una túnica larga y suelta, sobre una tabla de surf cabalgando las olas de una playa hawaiana. Al pie de la imagen se podía leer: «No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfear».

sábado, 14 de abril de 2012

Sabiduría

Sunset+over+the+Danube+-+Budapest

Lo acabo de oír en la radio:

Si quieres saber lo que fuiste en el pasado,
mira lo que eres ahora.
Si quieres saber lo que serás en el futuro,
mira la que haces ahora.
Buda

jueves, 12 de abril de 2012

Tímidos anónimos y cuentos chinos

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En la última temporada, he visto dos películas que me han gustado mucho, porque ambas hablan de emociones, de sentimientos, de palabras, de gestos, de cariño reprimido... Además, son tiernas, y utilizan el sentido del humor.

Tal vez, no sean las mejores de la historia del cine, pero creo que merece la pena verlas.

La primera es Tímidos anónimos. Ya el título es original y gracioso. Se trata de una comedia francesa (las hay mejores, sí) en la que la protagonista se apunta a un grupo de terapia para superar su timidez. En la primera sesión, se desmaya sólo al presentarse. Me pareció una película llena de esperanza para dos personas que la habían perdido por completo. Y tiene otro aliciente: el chocolate que se devora con la mirada, que se puede oler, morder, palpar, saborear, derretir, mezclar... mmmmmmm


La otra es Un cuento chino. Hace meses oí una crítica en la radio en que no la ponían muy bien, pero a mí me parece que se le puede sacar mucho jugo, no sólo por la originalidad con que se enlaza la trama, empezando por el título, sino por la personalidad del protagonista (sale más guapo en otras, eso sí, pero no pierde su encanto)  Roberto (Ricardo Darín) domina todas las escenas con su tosco carácter, pero, aun así, no puede evitar ser una buena persona.


Por cómo el sinsentido de la vida lo llevó a privarse a sí mismo de una propia. Por la presencia silenciosa, pero constante del inseperado huéped chino. Por la valentía y la ternura de la mujer enamorada de Roberto, que actúa de puente entre ambos hombres. Por el tema de la inmigración: diferentes culturas, pero las mismas hechuras. Por la cantidad de momentos nostálgicos, poéticos y símbólicos con los que está salpicada, además de humorísticos, y hasta por cómo se mezclan todos ellos en una misma escena.


Me gustan las grandes y buenas películas, incluso las que te sacuden hasta la médula, removiendo todas las emociones, pero, me encantan estas películas sencillas que te cuentan mucho sin grandilocuencias, y que te dejan un buen sabor de boca, con un poco de nostalgia, pero también con esperanza, de manera que te vas a dormir tranquilamente a la cama.

lunes, 9 de abril de 2012

Recuerdos "ancestrales"

while+the+city+sleeps

Llevo una temporada sin tiempo ni ganas de escribir en el blog, y hasta se me están escapando frases célebres que no sé si recordaré más tarde.

Pero estos días, estoy pensando que es curioso de qué manera te llegan muchas veces los recuerdos del pasado.

El otro día, Jesús, que estaba ya en la cama, me llamó porque, aunque estaba tapado, tenía frío en la espalda al girarse. Entonces yo le moldeé el contorno con la manta, tal y como hacía mi padre cuando venía a darnos las buenas noches (de pequeñas, y de mayores, je, je). Lo ha cogido de costumbre, así que todas las noches, me acuerdo de mi padre.

Cuando les duele la tripita o la cabeza, les cuento que mi madre nos ponía las manos, como a un centímetro del cuerpo, nos producía un calorcito muy agradable, y nos aliviaba. Así, que me acuerdo de mi madre cuando lo hago. Las manos de una madre nunda se olvidan, y más, si son unas manos bonitas como las de la mía.

Hay unos calcetines muy estrechos que cuesta mucho ponerle a Jaime. Yo doblo el elástico hacia afuera, lo introduzco en el pie, ensanchando la punta, y, luego, desdoblo el calcetín desde el elástico hacia la pierna. Entonces, me acuerdo de mi abuela paterna porque fue un truco que me enseñó ella. También, cuando como caramelos de tofe, que le encantaban. O cuando me equivoco, y pongo los zapatos al revés en mis pies o en los de los niños, porque contaba la historia de uno de su pueblo al que le ocurrió, y, como no se dio cuenta, fue todo un camino quejándose de lo incómodos que eran los zapatos...

Cada vez que me pongo unas sandalias o zapatos de hebilla, me acuerdo de mi otra abuela, que siempre me pedía que se las atase porque le costaba mucho agacharse, y a mí me gustaba sentirme útil.

Mis abuelos vivían en Zaragoza, y pasaban el verano en Santander; así que cuando nos montábamos los siete en el coche (¡oh!), yo, como era la pequeña, y muy menudita, iba delante con mi abuelo; él tenía la costumbre de dejar una pierna fuera para que yo pudiese entrar, y sentarme entre las dos. Así que, muchas veces, cuando me siento en el asiento del copiloto, me acuerdo de mi abuelo. Y, por supuesto, cuando como galletas Reglero, que nos traían de regalo.

Hace poco les gasté a J&J una broma habitual de él: nos cogía la mano, y nos preguntaba, mientras la apretaba: "¿A quién quieres más, a tu padre, a tu madre o al ay, ay, ay?" Jaime, lo tuvo claro, y resistió: "A mamá" Jesús, también resistió, por muchas veces que lo repetí, como siempre, diplomático, repetía una y otra vez, tronchándose de risa: "¡A papá y a mamá!". Debe de ser que no tengo la mano tan grande ni tan fuerte como la de mi abuelo :-)

Cuando íbamos a Zaragoza en invierno, mis abuelos sólo tenían estufas de butano. ¡Menudo frío hacía al levantarnos! Mi madre nos dejaba la ropa delante de la estufa de la cocina para que calentase, y nos vestíamos allí. A veces, por la noche, yo hago lo mismo con el pijama; lo dejo delante de la estufa del baño mientras me lavo los dientes. Entonces, me acuerdo de la cocina de mis abuelos.

Y lo mismo con los sugus y las galletas de barquillo, que comíamos casi en exclusiva en su casa.

Cuántas excusas aparentemente insignificantes te da la vida para traerte recuerdos de tus seres queridos. A algunos hasta les dio para escribir un libro, ¿no?

Más recuerdos: El abuelo Ángel

domingo, 8 de abril de 2012

Domingo de Pascua 2012

slanting

Hay una canción que cantábamos en la época del colegio, que me gusta mucho porque, para mí, resume, de una manera sencilla y alegre, lo que es ser cristiano, y seguir el Evangelio:

Dejo dos vídeos musicales para elegir:
Uno moderno, primero. A continuación, uno clásico:



Evangelio es decir amigo,
es decir hermano.
Evangelio es darte mi tiempo,
es darte mi mano.
Evangelio es mirarte a los ojos,
es reír contigo.

ES COMPARTIR TU PENA,
ES LLEVARTE A CRISTO

Evangelio es llevar la paz siempre
contigo.
Evangelio es amar de balde
hasta caer rendido.
Evangelio
es decir «te amo» a tu enemigo.

ABANDONAR TU VIDA EN MANOS DE CRISTO

Evangelio es vivir siempre como un pobre
que todo lo espera.
Evangelio es
mirar al cielo con ojos de niño.
Evangelio es dar gracias al Padre
al nacer el día.

Y CONTINUAR CANTANDO
AL HACER EL CAMINO

Evangelio es sembrar libertad,
es vivir unidos;
es llevar la esperanza
a un mundo que llora perdido.
Evangelio es romper cadenas,
es abrir sepulcros.

NO LO BUSQUES MUERTO,
QUE ESTÁ ENTRE LOS VIVOS

viernes, 6 de abril de 2012

Viernes Santo 2012


Cruz de Cristo, de Gaudí, en el Parque Güell


A veces, queremos transformarnos a base de golpes. Salimos rebotados. Muchas veces, los golpes de la vida, en vez de madurarnos, nos echan a perder como la fruta golpeada.

El único modo posible de transformarse es el Amor. Cuando amamos a una persona, conseguimos de ella lo que queremos. Los golpes, en cambio, van dejando heridas.

Orar y celebrar

"Vete primero a reconciliarte con tu hermano"
"Amad a vuestros enemigos [...] Porque si amáis a los que os aman [...] Si saludáis a los que os saludan, ¿qué premio tendréis?" Mt, 5


"Sed compasivos [...]
no juzguéis [...]
no condenéis [...]
perdonad [...]
dad" Lc, 6