miércoles, 12 de octubre de 2016

El debate sobre los deberes


En estos días, asistimos a un debate abierto sobre los deberes, que ha trascendido a las normas de inicio de curso de la Consejería, y por tanto, de los centros educativos. Aprovecho este momento para ordenar mis reflexiones al respecto, como madre y como docente.


  • La primera y principal reflexión es acerca del sistema educativo, donde creo que radica, tanto el origen del problema, como su solución:
    • No estimula las diferentes inteligencias.
    • Su base es tradicional tanto en la gestión de medios, como en el tiempo, en el espacio y en la metodología.
    • Es necesario bajar la ratio por grupos para poder garantizar una enseñanza de calidad.
    • La formación del profesorado resulta insuficiente para los cambios que demanda la sociedad.
    • Son ya varias las décadas que se lleva arrastrando un alto porcentaje de fracaso escolar que las distintas medidas propuestas hasta ahora no solucionan.
    • En Finlandia, pionera de la educación, no hay fracaso escolar, y no existen los deberes tal y como los entendemos aquí. No creo que los niños sean ni más inteligentes ni que estén peor preparados. Los que sí que están mejor preparados (y pagados) son los profesores.
  • Mi segunda reflexión es que mientras, desde las distintas administraciones, no se aporte ninguna solución a los problemas anteriores, la frustración de alumnos, padres y profesores continúa, y ha estallado en las iniciativas individuales de varios padres (recomiendo ver el vídeo del enlace si alguien no  lo conoce).
    • Nuestra consejería parece creer zanjarlo pidiendo deberes creativos e individualizados (¿para grupos de veinticinco alumnos en Primaria y treinta en Secundaria?) Desde mi punto de vista, opino que esta propuesta es muy imprecisa y nada factible; sólo origina más frustración y más confusión entre las partes.
    • José Antonio Marina (no se trata de una opinión más, sino de un experto que lleva años desarrollando su labor de investigación fuera de España, tanto en la educación como en el campo de la neurociencia para intentar arrojar algo de luz al sistema español) sostiene que seis horas de clase al día en el centro educativo son más que suficientes para el aprendizaje de un alumno. Si se necesita más fuera de las horas lectivas, es que algo está fallando en el sistema. Esto no quiere decir que se desprecien valores siempre necesarios como el esfuerzo, la responsabilidad, el hábito o la memoria. No se trata de una crítica a una profesión que merece todos los respetos de la sociedad sino de una reflexión a la que he llegado después de veinte años de docencia, y doce, de madre. Porque no concibo la vida como verdades estáticas, sino que procuro ir evolucionando día a día.
  • Entonces, ¿qué podemos hacer? Creo que sólo nos queda una alternativa a padres y profesores: aplicar el sentido común:
    • Por parte de los profesores:
      • No “mandar por mandar”, porque creen que es bueno hacer deberes porque sí, porque es lo que se ha hecho toda la vida, y si no, se está cayendo en la irresponsabilidad, y el niño fracasará en el instituto y en la universidad. Cuestionarse si realmente es necesario lo que se está mandando, si se trata de actividades sencillas y útiles que no frustren al alumno. ¿Cómo es posible que se diga que los niños absorben como esponjas y acaben aborreciendo la escuela desde muy tempranas edades? Es evidente que algo se está haciendo mal, y debe corregirse. El exceso de deberes o la propuesta de actividades que no se adaptan al alumno genera frustración y conductas de evitación; se convierte en un círculo vicioso que provoca que existan niños que acaben por no querer hacerlo. Así comienza el fracaso escolar. Cuando se detecta y se quiere corregir, ya es demasiado tarde.
      • Buscar métodos para coordinarse con los demás profesores, especialmente en Secundaria.
      • Entender que la necesidad de las actividades extraescolares (deportivas, artísticas, o de idiomas) viene motivada por las propias carencias de la escuela, que no abarca correctamente estas competencias.
    • Por parte de los padres:
      • Desvincular una buena educación de la dosis de deberes que hace el niño. Un estudiante finlandés de quince años dedica media hora diaria a los  deberes y el 71% realiza estudios universitarios; mientras que, en España, un estudiante de la misma edad dedica dos horas, y sólo llega a la Universidad el 50%. (Fluvium)
      • Ser consciente de las necesidades de los hijos y acompañarlos en su aprendizaje. “Mi escuela es mi segunda casa, pero mi casa es mi primera escuela”
      • Controlar que sea el niño quien elige las actividades extraescolares, que realmente desea ir o es necesario para él, y que no es un deseo (o una necesidad) exclusivo o mayoritario por parte de los padres.
    • Que tanto padres como profesores tengan presente que lo principal es que el alumno sea feliz, que evolucione, pero que sea feliz. Si notamos que se muestra infeliz de alguna manera, es que lo que estamos haciendo no está funcionando correctamente y hay que replanteárselo.
    • Por parte de la Administración: lograr cuanto antes un pacto educativo ajeno a gobiernos de los distintos partidos políticos, tomar como referencia otros sistemas educativos y escuchar a los expertos.


En conclusión, que un debate que conmueve a la sociedad evidencia un problema de base. Es necesario buscar propuestas que satisfagan a todas las partes mientras no se adopte una solución definitiva. Esto implica escucharnos unos a otros, comprendernos y hacer concesiones.