lunes, 23 de noviembre de 2015

Refranes didácticos

mas+vale+pajaro+en+mano.......
Ojos que no ven...

Vuelvo a publicar esta entrada, porque había perdido las presentaciones, y veo que es bastante visitada.

Hace tiempo, una amiga me mandó una curiosa presentación para adivinar refranes "culturizados".

Alguna vez la he usado con mis alumnos. Este curso, he hecho un concurso por grupos, para ver quién los adivinaba antes.

Después, hicimos el trabajo a la inversa; yo les daba los refranes, y ellos tenían que "disfrazarlos".

Luego, volvimos a hacer el concurso a ver quién adivinaba antes los refranes del "contrario".

Me ha gustado mucho esta actividad porque trabaja muchos aspectos de forma lúdica: el trabajo en grupo, la comprensión lectora, la riqueza cultural y lingüística, la redacción, la gramática... Me encantó que, mientras disfrazaban sus refranes en el aula de Informática estaban motivados, concentrados, divertidos y... ¡en silencio! (para no dar pistas a los otros grupos).

He aquí las dos presentaciones: la original, y la que he elaborado con los refranes "culturizados" de mis alumnos:



miércoles, 4 de noviembre de 2015

Juegos de realidad

En clase hemos estado trabajando con la descripción (oral y escrita) de imágenes que transforman la realidad en algo diferente a lo que estamos acostumbrados a ver.

A partir de ahí, les propuse a mis alumnos el reto de buscar sus propias imágenes. Este es el resultado, del que me siento orgullosa.

viernes, 30 de octubre de 2015

Un relato propio


LUNES SINIESTRO

Nacho 
La idea le empezó a rondar cuando vio por primera vez aquel anuncio en  la televisión. Era el coche perfecto para él, con todas las prestaciones que buscaba. Desde que se le metió en la cabeza, no paraba de encontrar pegas a su coche actual. Al montarse, al maniobrar, al acelerar, al frenar, al llevar a la familia… Ya era insuficiente para él, y cualquier día le daba un disgusto. Los tiempos han cambiado, no es como antiguamente que tirabas con el coche hasta que reventaba. Además, ahora con esto de la electrónica y la obsolescencia programada ya no se hacen coches como los de antes. Mira a los americanos, lo cambian cada poco tiempo, y son la primera potencia mundial… Por algo será.

En su cabeza, construía múltiples razones que argumentaba con brillantez en cuanto le surgía la ocasión ante sus compañeros de trabajo o sus amigos, y ante su mujer. Ella ya se iba haciendo a la idea de que algún día tendrían que comprar uno nuevo, era inevitable. Con los niños, contaba los vehículos de ese modelo que veían por la calle, y comentaban qué color les gustaba más. Había buscado información y opiniones en la red que le hacían reafirmarse en su buen criterio y guardaba con mimo todos los enlaces y ofertas especiales esperando la gran oportunidad. 

Luego, llegó el anuncio de radio de la nueva campaña. Un padre de familia, con gran aplomo y seguridad, le recuerda todas las mañanas, entre las noticias locales y nacionales, mientras se afeita, que hay uno a su disposición en el concesionario más próximo. Esa misma mañana lo ha vuelto a escuchar, y con la musiquilla fresca en su memoria, se despide de Viqui y de los niños, y coge la cartera junto con las llaves del viejo Fiat para acudir al trabajo. Como cada día a esas horas, un lunes más, una semana más.

Carmen 
No puede creerlo. Ella se había encargado de todo: de comparar seguros, de indagar en unas y otras compañías, bien por teléfono o en persona, de anular el antiguo seguro… A él le había hecho un pequeño encargo, muy fácil: mandar el número de cuenta a la nueva compañía. No era tan complicado. Pues no, no sabe qué demonios ha sido más importante que eso para que Ricardo lo olvide, hasta le había dejado un recibo con el número de cuenta.  A ver qué hacía ahora, porque ya había expirado el contrato anterior, así que estaban sin seguro, y a ella no le quedaba más remedio que coger el coche; tenía que acudir a esa cita en el hospital, y luego ir al trabajo y hacer la compra a la salida. Necesitaba el coche sin remedio; no iba a tener tan mala suerte de que la parasen justo ese día ni de darse un golpe.

Parece que lo hace para fastidiarla, como aquella vez que olvidó recoger la tarta por el primer cumpleaños de Andrés. Ella había ido a la pastelería, la había elegido, la había pagado, él sólo tenía que recogerla… pues llegó a casa sin la tarta. ¡Vaya decepción se podía haber llevado el chiquillo! Menos mal que todavía no se enteraba. Y luego con decir que ella es una exagerada, y que no es para tanto, cree que lo arregla todo. Sólo lo pone peor. Le entra una impotencia por dentro que parece que va a estallar. ¿Por qué no puede poner un poco más de atención? No es tan difícil, ella lo hace. Él, con su bicicleta, sus plantas y sus puzles tiene bastante, tanto que parece que no le cabe otra cosa en la cabeza. Si fuese algo para su dichosa bicicleta no se le habría olvidado. Parece que quiere más a ese trasto que a su propia familia. ¿O es que el seguro del coche no es importante? Fijo que ni se acuerda de que ella va al médico, con lo molesta que ha estado con los dolores de hombro; tiene la cita desde hace tiempo. Ya verás, ¿a que no le pregunta nada?; pues no se lo piensa recordar. Sin embargo, ella bien que se preocupó cuando él se cayó de la bici y se dio aquel golpetazo en las costillas. Bien que le ponía calor, y frío, pomada, lo que hiciera falta. Es un desagradecido, nunca le pregunta qué tal está.

Los pensamientos de Carmen dan vueltas uno tras otro como un torbellino en su cabeza desde que cerró la puerta de casa. Al llegar al coche, está tan alterada que no encuentra la llave, lo que faltaba, ¿a que encima se la ha llevado él? ¿Es que es tonto o qué? ¿Es que además de no pagar el seguro no sabe que ella coge todos los días el coche? Pues claro que lo sabe, pero, no se preocupa más que de lo que le interesa. Busca en el bolso, en todos los bolsillos y rincones, en la chaqueta, en la cartera; nada, ¿a que se la ha llevado? Y ahora, ¿qué va a hacer? ¿Cómo va a llegar al médico? ¿Y si pierde la cita? ¿Cómo va luego al trabajo y a la compra? No tienen nada para cenar. Ya va a llamarle por teléfono para cantarle las cuarenta, pero, al meter la mano en el bolsillo del pantalón para coger el móvil, toca algo frío y redondeado… ¡la llave! Puf, menos mal.

Le tiembla el pulso, y tiene la boca seca. Con tanta tontería se le va a hacer tarde, y todavía tiene que aparcar, con lo mal que se aparca en el hospital… Abre la puerta, y se monta a la vez que arroja el bolso al asiento del copiloto. Mete la llave en el contacto y arranca; sus manos se aferran al volante, e intenta respirar profundamente para liberar tensión; se le escapa una risa nerviosa… ¡vaya comienzo de semana! De repente, una idea se hace paso en la cabeza, ¡no ha cogido las bolsas de la compra!, ni la de los congelados, ¡tiene que subir a por ellas! Pone punto muerto y se dispone a salir… ¿y las llaves de casa? Las busca desesperadamente en la selva interior del bolso. Bueno, venga, sube rápido, y coge las bolsas, no es para tanto. Es un momento; total, en las consultas siempre van con retraso, sólo falta que por una vez sean puntuales...

Sale del coche con el bolso en el hombro y las llaves en la mano; corre hacia el portal, es un minuto, no tarda nada, el tiempo que le cueste coger el ascensor.

El Opel
Nacho sale del portal silbando la canción del anuncio de la radio a la vez que balancea la cartera y menea la cabeza animosamente. Ve el Fiat verde esperándole en el aparcamiento, fiel a su cita de cada mañana, como todas las semanas. La finca es rectangular y está situada en la parte baja de una zona residencial, a los pies de otras urbanizaciones similares a la suya. 

Carmen aparca siempre su Opel en la rampa que baja desde la casa hacia el jardín comunitario. 
Cuando ella se apea y echa a correr, el vehículo empieza a rodar cuesta abajo; primero despacito, sin apenas hacer ruido, pero, a medida que desciende, va cogiendo velocidad. El coche atraviesa el jardín, rueda por encima del césped y choca contra el muro que separa las fincas vecinas. El muro no lo detiene, sino que se derrumba a causa del golpe, y, como en una película de acción, el Opel vuela tres metros hasta que cae, con todo el peso de su chasis y de su chapa, sobre un Fiat verde aparcado abajo.

Nacho y Carmen
Nacho deja de silbar, el baile de su cartera se detiene… Levanta la vista con incredulidad. ¿Qué es eso que baja por el jardín de los vecinos? ¿Es un coche? ¿Pero cómo es posible? ¿En qué demonios estará pensando el conductor? ¿Estará borracho? ¿Le habrá dado algo? Pero… ¡si no hay conductor! El coche choca contra el muro que separa las dos fincas, lo rompe, y cae… El techo de su Fiat se hunde bajo la bala de chapa y los ladrillos del muro. ¡Oh, no…! ¡Qué mala suerte! ¡Ya es casualidad! Inmediatamente, una idea se abre paso en su cabeza. Mala suerte, buena suerte… ¿Acaso no estaba esperando esa oportunidad? No puede reprimir una sonrisilla maliciosa cuando piensa en el dinero que se va ahorrar gracias al siniestro.

A Carmen le bombea la sangre en los oídos cuando alcanza el portal. Algo le hace detener la llave en el aire. Recuerda cómo ha encajado la palanca en punto muerto, pero no recuerda haber tirado del freno de mano. Se gira rápidamente. El Opel está rodando ya por el jardín. Echa a correr cuesta abajo; llega justo a tiempo para ver cómo el utilitario se precipita hacia abajo a través del muro. Cae sobre sus rodillas sobre el césped, a duras penas sujetando el bolso; hunde la cabeza entre las manos… ¡Oh, no! ¿Cómo ha podido ser tan torpe?

Un golpe de ira le sube por dentro; se incorpora con la mirada endurecida… ¡Maldita sea! La culpa de todo la tiene Ricardo. Si hubiera pagado el seguro, no habría ocurrido…

Esta vez, le invade el pánico, que se refleja en su rostro. ¡Oh, no! ¡El seguro!

(Inspirado en una noticia del periódico)

jueves, 22 de octubre de 2015

Bruxismo y cefaleas


El bruxismo es el hábito de apretar o rechinar los dientes, con distintos grados de intensidad y generalmente de forma inconsciente. Por experiencia personal, la tensión a la que se somete el cuerpo mediante esta costumbre puede causar no sólo dolor en la mandíbula, sino también en el oído y en toda la cabeza, e incluso en hombros, cuello y espalda, tal y como se aprecia en el dibujo con las zonas coloreadas en rojo.


Comparto unos ejercicios que he encontrado en la red para aliviar la tensión de la mandíbula. Además de usar una férula de descarga (para prevenir el desgaste del esmalte dental; no impide que aprietes), conviene hacerlos varias veces al día, especialmente al levantarse y antes de acostarse.

Existe un truco para relajar la mandíbula cuando uno es consciente de que está apretando pero no sabe cómo "soltarla", que es colocar la punta de la lengua en el paladar, justo detrás de los dientes.


Estos son los ejercicios que más me gustan:




  1. Con las yemas de los dedos masajear circularmente, de forma suave y lenta la musculatura situada por encima del ángulo de la mandíbula (1 minuto como mínimo).
  2. Con los pulpejos de los dedos índice, corazón y anular, realizar una suave presión en la misma musculatura, situada aproximadamente un dedo por debajo del hueso del pómulo. Si se notan zonas de mayor tensión o especialmente dolorosas al tacto, presionar sobre ellas muy suavemente (1 minuto como mínimo).
  3. El mismo ejercicio anterior, solo que se colocan los dedos índice y corazón por debajo de la sien, ligeramente más arriba del hueso del pómulo (1 minuto como mínimo).
  4. Colocar los índices sobre los molares inferiores. La boca se debe mantener ligeramente entreabierta, de forma cómoda y relajada. Se realiza una contracción suave de 3 a 5 segundos intentando cerrar la boca mientras los índices resisten la contracción. Cuando cesa la contracción, con los índices se empuja suavemente el maxilar inferior hacia los pies. Mantener unos 30 segundos o más, o hasta que se note la relajación completa de la mandíbula. Repetir tantas veces como se quiera.
Yo, además, añado este otro (hay más en las fuentes de abajo):

La meta de este ejercicio es reducir las molestias de la mandíbula, equilibrando los músculos que abren la boca, cuando la sientes trabada.
Para eso, debes abrir la boca lentamente evitando que la mandíbula se desvié a los lados.

  • Abre la boca lentamente pero sin llegar a un punto en donde te duela.
  • Haz la mandíbula hacia adelante lo más que puedas.
  • Cierra lentamente la boca.
  • Finalmente retrae la mandíbula hacia atrás lo más posible.
Repeticiones :10 veces

Solamente se debe haber movimiento hacia adelante y hacia atrás y no debería moverse hacia los lados.

Y se puede terminar con este:


Colocación del cuerpo

  • Nos sentamos en una silla, erguidos, apoyando toda la espalda en el respaldo. Debemos de estar cómodos.
  • La cabeza la colocamos en posición neutral, mirada al frente.
  • Colocamos las manos en la cara, una a cada lado, en las mejillas. El dedo índice y corazón justo a 0,5cm por delante de la oreja. Es decir, encima de la articulación de la mandíbula. Y el resto de los dedos en la cara, donde caigan los dedos. Los dedos están entre la oreja y la nariz y por debajo de los ojos.
  • Los codos están flexionados y pegados al cuerpo.
  • Durante todo el ejercicio vamos a dejar la boca entre abierta, procurando dejar la mandíbula relajada, con sensación de descuelgue. Ni con esfuerzo de cerrar ni con esfuerzo de abrir.


Consideraciones

  • Los dedos y las manos se van a quedar durante todo el ejercicio en el mismo sitio, no va a ser un deslizamiento de las manos sobre el tejido de la cara hacia abajo.
  • Las manos van a estar sin tensión y los dedos también.
  • La fuerza va a venir de la tracción suave de los codos hacia los pies.


Procedimiento

  • Cierro los ojos.
  • En un primer tiempo: Una vez que tengo mis manos colocadas en la cara, ejerzo una presión suave y ligera de las manos sobre la cara, acoplando mis manos a los tejidos, como si las manos fueran mantequilla que se funden con la piel de la cara. Así profundizo en el tejido. Mantengo constante esta presión suave (imagina que estás sosteniendo a un bebé, presionamos con ese cuidado y afecto). Cuando ya tengo la sensación de acople- fusión mano- piel de la cara, continuo con el siguiente paso.
  • En un segundo tiempo: Con mis brazos y codos pegados al cuerpo, muy lentamente tracciono suavemente de los codos hacia los pies. Mantengo constante esta tracción. He de notar como las manos traccionan de la piel y tejidos más profundos de la cara hacia abajo. La sensación tiene que ser agradable.
  • Y ahora dejo que actúe el factor tiempo. Visualizo (ojos cerrados), siento como mi mandíbula se va descolgando, se relaja, los tejidos se derriten, se van destensando. Imagino como agua caliente corre por mi cara y va derritiendo las tensiones, diluye las preocupaciones, va alargando y flexibilizando los músculos de la mandíbula y cara. Sentimos como la mandíbula se libera del estrés y permitimos tener una mandíbula libre, de movimiento fluido y fácil.
Duración 

Entre 3 y 5 minutos.


Recomendaciones

  • Para los casos de tensión de mandíbula severos se recomienda hacer este ejercicio cada 2 horas.
  • Y para los casos de tensión de mandíbula moderada hacer 3 veces al día.
  • Este ejercicio se realiza sentado porque aprovechamos el efecto de la gravedad para tracionar de los codos hacia los pies. No hacemos ni de pie ni tumbados boca arriba.
  • Podemos hacer el ejercicio escuchando una canción que nos relaja y libera de las tensiones.
FUENTES: