sábado, 28 de julio de 2012

Leer: obligar o no obligar, he ahí la cuestión (II)



Hace más de un año que quiero escribir esta entrada sobre la lectura.

Como decía en la anterior dedicada al mismo tema, a lo que hay que aspirar es a que la lectura sea una afición, y no un hábito al que se ha tenido que obligar al niño. Pero, ¿cómo conseguirlo?, ¿y si no hemos logrado la afición, y tenemos que recurrir a la obligación?

Recuerdo los dos principios básicos, a mi juicio: rodear al niño de libros, libros y más libros desde bebé, y que vea la afición en los padres, también desde bebé.

Dicho esto, planteo otras cuestiones que considero también importantes. Que los libros de que se rodeen los niños sean variados. Es costumbre que, en nuestro afán por que lean, si vemos que  les gusta un determinado tipo de libro, tendamos a repetir la experiencia en esa misma dirección. Pensamos, lo importante es que el niño lea, y si le gustan los comics, pues que lea comics, si le gusta la ciencia, que lea sobre ciencia, si le gusta este personaje, que lea todos sus libros…


Volviendo a la metáfora de la comida que recordaba en el pasado, esto nos parecería un error: si le gusta la fruta, que coma solo fruta, o solo legumbre, o solo pasta, o solo galletas, o solo chocolate… Está claro que no se trata de una dieta equilibrada en ninguno de los casos, por lo que las necesidades nutritivas del niño no estarán cubiertas. Lo mismo ocurre con la lectura, el cerebro no estará bien nutrido si el niño se encasilla en un solo tipo de lectura.

No podemos olvidar, aunque no sea el objetivo único, que la lectura es una herramienta, que si no está consolidada, dificulta el aprendizaje en todas las áreas del saber. Por lo tanto, conviene alimentarlo con todo tipo de lecturas ¿Cómo?, poniéndolas a su disposición, yendo con él a la biblioteca, seleccionando muy diversos tipos de libros, no quedándonos en la primera estantería; es imposible que no le guste ningún libro de todos los que hay de cada una de las categorías (ciencia, naturaleza, geografía, narrativa, poesía, humor, cómics…). Puede que, al principio se niegue, pero, como en muchos otros aspectos de su aprendizaje y crianza, deberemos acompañarlo, engatusarlo, probar una y otra vez… Un buen truco  que suele funcionar es empezar a leer el libro en voz alta para que le pique la curiosidad, y que se acerque o que quiera seguir por sí mismo.



Y, ojo, que en literatura infantil y juvenil también existe la “comida basura”. Aconsejo educar el gusto literario de nuestros hijos. Al igual que no les damos cualquier cosa de comer, tampoco les demos cualquier cosa de leer, por favor. Elijamos libros de calidad, no de “saldo” (a no ser que sea una buena oferta ;-), ni los más vendidos, ni los más populares (a no ser que sea con razón ;-) Elijamos historias que dejen poso, originales, inteligentes, con personajes con gancho, con humanidad, con gracia, con un vocabulario rico y variado, con sensibilidad…

Por supuesto, también pueden disfrutar con lecturas de menos calidad. No digo que les prohibamos leer lo que no nos agrada, pero tampoco que se lo facilitemos en exceso. Desde luego que lo que yo sí que evito por todos los medios son lecturas con mensajes contraproducentes, con palabrotas, cochinadas sin venir a cuento o faltas de ortografía. Atraer al lector a cualquier precio no me parece correcto.

Termino recomendando dos fuentes muy buenas para orientarnos:
(Esta es de pago, pero suelen tener ejemplares en las bibliotecas públicas)
 
Seguiré, lo prometo, porque, ¿qué hacer con la lectura cuando la escuela se mete de por medio?

jueves, 26 de julio de 2012

Bodas de oro

Hace unos días, han sido las bodas de oro de mis padres. Publico el texto que les hemos dedicado:



En una noche cualquiera, una persona soñó que en sus manos recibía unas cuantas monedas de sus padres. Cuando despertó por la mañana, decidió caminar hacia casa de sus padres. Cuando llegó, mirándolos a los ojos, les dijo:
-Esta noche habéis venido en sueños y me habéis dado unas cuantas monedas en mis manos. No recuerdo si eran muchas o pocas. Tampoco sé de qué metal estaban hechas, si eran monedas de un metal precioso o no. Pero no importa, porque me siento plena y contenta. Y vengo a deciros gracias, son suficientes, son las monedas que necesito y las que merezco. Así que las tomo con gusto porque vienen de vosotros. Con ellas seré capaz de recorrer mi propio camino.

Al oír esto, los padres, que como todos los padres se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, se sintieron aún más grandes y generosos. En su interior se sintieron que aún podían seguir dando a su hijo, porque la capacidad de recibir amplifica la grandeza y el deseo de dar. Así, dijeron:

-Ya que eres tan buen hijo puedes quedarte con todas las monedas, puesto que te pertenecen. Puedes gastarlas como quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado, único y personal. Son para ti.

Entonces este hijo se sintió también grande y pleno. Se percibió completo y rico y pudo dejar en paz la casa de sus padres. A medida que se alejaba, sus pies se apoyaban firmes sobre la tierra y andaba con fuerza. Su cuerpo también estaba bien asentado en la tierra y ante sus ojos se abría un camino claro y un horizonte esperanzador. Era el camino de su vida.
Versión de ¿Dónde están las monedas?, de Joan Garriga

Sabemos que como padres, os sentís orgullosos de lo que hemos logrado en la vida gracias a vuestras monedas; pero también sabemos, que, en ocasiones, cuando nos habéis visto decaídas, desanimadas, enfadadas o desencaminadas… os habéis preguntado si las monedas que nos disteis eran suficientes, o de la calidad necesaria.

Hoy queremos confirmar que nos habéis entregado las mejores monedas que nos pudisteis dar, porque nos las disteis con amor, y porque, sean suficientes o no, somos nosotras, como adultas, quienes tenemos que administrar estas monedas, y dirigir el camino de nuestras vidas. Sabemos que todo cuanto hemos logrado ha sido posible gracias a vosotros, y que nuestros éxitos os honran.

Entre estas monedas, podemos encontrar: sencillez, honradez, coherencia, tesón, trabajo, bondad, amor, solidaridad y fe. Una fe que nos habéis transmitido con el ejemplo constante. La fe en un dios bueno, comprensivo, y paternal, que nosotras intentamos mantener en estos tiempos tan difíciles para la religión y para el espíritu.

Hoy os queremos agradecer las monedas que hemos heredado mirándoos a los ojos: GRACIAS.

Como veo que esta entrada está teniendo visitas de gente que busca qué leer a sus padres en las bodas de oro, recuerdo que este blog está bajo una licencia de Creative Commons.
Agradeceré que si alguien usa este contenido, copie la fuente.

lunes, 9 de julio de 2012

Frases célebres de mis hijos X


Jaime, “¿Los peces tienen sangre?” “Sí, por eso cuando los pescan el mar se tiñe de sangre”. “Pero tienen pescado, no carne…”
Jesús, después de visitar el museo de Altamira, y la réplica de la cueva: “Soy el hombre de las tabernas

Jesús, que se leyó tres libros en un día (dos empezados, y uno, completo): “Creo que he nacido para leer”

Jaime, cuando prueba algo por primera vez o se llena: “Me gusta, pero un poco no me gusta”.

Jesús, hablando de los recortes en la enseñanza a causa de la crisis: “Los políticos nunca se paran a pensar si es mejor el dinero o la educación” ¡Toma ya! ¡Jesús al Parlamento!

Jesús, en un examen de Música: “A mí la música me gusta mucho, sobre todo, la clásica, pero no por el ritmo, sino por los instrumentos, y cuando duermo, me gusta oírla”

Nada más irnos de ver a unos amigos que tienen un bebé de cuatro meses, dice  Jaime que le ha gustado mucho Miguel porque era muy mono. Le hemos preguntado si quería un bebé, ha contestado que sí, y le hemos dicho que se fuese con ellos. Respuesta, mirándome a mí: "pues que te embaraces"

No veáis lo que aprende de historia y vocabulario Jesús con Astérix. Un día me preguntó por qué los romanos vivieron en la época de Jesucristo :-O

Tras una comida con nuestros amigos, dice Jaime, de una amiga muy salada que es de Cáceres: “¿Por qué habla tan raro?” Yo, “¿Cómo, cariño?” Él, “No habla como nosotros”


Jesús, viendo los gorilas en Cabárceno: “¿Por qué tienen esa cara, mamá?” Yo, “¿Qué cara?” “Tan fea” Le contesto que tal vez ellos piensen lo mismo de nosotros, pero contesta convencido, “No, yo soy más guapo”.

Jaime, “Mamá, me gusta la cama cuando está fresquita, pero sólo está fresquita cuando está sin construir” Es decir, sin hacer.