miércoles, 10 de febrero de 2021

Mis lecturas de verano (las que recuerdo): Autoestima automática, Americanah y Una educación.

 Autoestima automática, de Silvia Congost.

    Es el único libro de esta psicóloga, a la que sigo en Instagram, que está disponible en eBiblio.

    Me estoy dando cuenta de que tengo que repasarlo porque, en el momento, me sirvió y me ayudó, pero, estas herramientas, si no las tienes presente y las refrescas cada poco tiempo, se olvidan.

    Inserto imágenes de fragmentos que subrayé, y el enlace a una carpeta de Drive donde las guardé, por si alguien quiere leer más.

    Algo importante en psicología cognitiva y conductual es conocer el PEC: un Pensamiento provoca una Emoción y esta, una Conducta. El origen de nuestras acciones y de nuestras emociones es el cerebro, pero no solemos ser conscientes del pensamiento que las provoca. A veces, es la conducta o la emoción la que nos hace llegar al pensamiento. Se puede cambiar la conducta "inadecuada" y modificar así la emoción y el pensamiento, según la escuela conductual; o, identificar el pensamiento que nos hace sufrir, y cambiarlo por otro más positivo, para modificar la emoción y la conducta, según la escuela cognitiva. Esta es mi explicación de "andar por casa", que me perdonen los profesionales.





Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie.

    Tenía muchísimas ganas de leer esta novela desde hace tiempo, y me la regalé en el libro electrónico a final del curso pasado. Véase la reseña de Voy a ver qué leo

    Chimamanda, es una escritora nigeriana de enorme belleza, con una gran fuerza y mucho sentido del humor: una diosa. Hace tiempo que vi sus charlas TED que recomiendo encarecidamente, también disponibles en sus libros correspondientes: El peligro de la historia única y Todos deberíamos ser feministas. Véase la reseña de A libro por mes.


    El libro de Americanah no defraudó mis ilusiones. Lo leí, además, en pleno apogeo del #BlackLivesMatter, con lo que cobró aún más sentido. Su protagonista, Ifemelu, no se había dado cuenta nunca del color de su piel hasta que fue a estudiar desde Nigeria a Estados Unidos. Se plasma además la diferencia que existe en este país entre negros africanos y negros afroamericanos.

   
    Aparte de ser una narración que te atrapa, tiene un poco de todo: AMOR, familia, intriga, corrupción, migración, multiculturalidad, inseguridad personal y autoestima, suicidio, feminismo... Se trata de una historia personal de gran complejidad en que la protagonista trata de hacerse y rehacerse a sí misma. También, de un dibujo de la sociedad norteamericana y sus muchos recovecos a través de los ojos y de la experiencia de Ifemelu. Y de una aproximación a la sociedad nigeriana, un país con una gran riqueza cultural, que quiere modernizarse, pero que ancla a sus mujeres al patriarcado, con fuertes cadenas.

    Algo que me impresionó fue conocer el sufrimiento que los tratamientos para trenzar y alisar el pelo causan a las mujeres de raza negra. No tenía ni idea. Es algo que va mucho más allá de la moda o de la estética. Es una carta de presentación que te puede abrir o cerrar puertas. Si el sexo femenino, en general, es esclavo de la imagen en nuestra sociedad sexista, en este caso, la esclavitud se convierte en auténtica tortura. De hecho, hay un movimiento "civil" para recuperar el pelo afro:



    Americanah es, en mi opinión, un libro de obligada lectura. Nos ayuda a abrir el objetivo de nuestra mirada a otra cultura que no es la nuestra, a otros problemas que no son los nuestros, pero que afectan a seres humanos que se emocionan y sufren igual que cualquiera y que tienen sueños igual que cualquiera. TODO EL MUNDO SUFRE Y QUIERE SER FELIZ, esto es, en la meditación de la compasión, lo que nos iguala a los seres humanos. No es justo que por pertenecer a una raza o a otra,  por nacer en un país o en otro, se arrebaten derechos y se hagan diferencias.

Una educación, de Tara Westover.

    Este es un recuerdo a Asun, mi suegra, que murió a los 86 años, el 28 de septiembre de 2020. Aunque no cursó estudios superiores, era una gran lectora y conservó la afición hasta el final. Este libro se lo regalé en Reyes de 2020. Lo leyó dos veces. Algo que no me explico, porque ella era muy sensible para las escenas escabrosas, y la historia está basada en hechos reales, con escenas muy, muy duras (alguna no pude leerla completa) sobre accidentes y agresiones que sufrieron la protagonista o su familia. Todos ellos causados por la educación que les dio el padre (mormón extremista, y víctima de un trastorno bipolar probablemente) y el tipo de vida que los obliga a seguir.

   
     Escuché la recomendación a Amaya Ascunce (quien también recomienda a Chimamanda) en uno de sus programas con Cristina Mitre.

    El mismo país que visita Ifemelu como inmigrante, es en el que nace Tara, pero tampoco es el Estados Unidos que solemos ver en las películas, sobre todo, teniendo en cuenta que la mayor parte de su vida transcurre en las preciosas montañas que la vieron crecer.


Tara Westover, autora y protagonista.

    Es una historia durísima como ya he dicho. Me dejó mal cuerpo. Pero es otra lectura muy aconsejable porque, contra todo pronóstico, la educación salvó la vida de Tara. Literalmente; si no hubiese seguido la vía de los estudios, no sé si habría sobrevivido a las barbaridades que tenía que soportar en su casa. El efecto que la educación tiene en ella queda maravillosamente reflejado en esta frase: "La palabra y el modo en que la pronunciaba Shawn no había cambiado; mis oídos, sí". La educación le abre los ojos y los oídos, le hace ver el mundo que la rodea desde otro punto de vista que ya no podrá cambiar. Cuando el efecto Pigmalión empieza, no hay quien lo pare.

    Aunque el camino, que acabará llevándola a Cambridge, no es fácil ni recto ni corto precisamente. Afortunadamente, en el trayecto, encontró gente buena que la ayudó, incluso uno de sus hermanos y una tía. Porque el calvario de Tara no sólo tiene secuelas físicas, que esas se curan, sino, sobre todo, emocionales, que le costará más reconocer y mirar cara a cara. El precio que tiene que pagar es muy alto. No quiero destripar el final, sólo diré que, por mucho que una familia y unos padres sean malos, los peores, es la única familia que se tiene (aunque se puedan elegir y crear familias nuevas en la edad adulta), y con la única que se ha creado un vínculo o un apego en la infancia, y tiene que ser muy duro no encajar o que te hagan sentir que no encajas.

    Termino con una bonita metáfora de la propia Tara cuando sube a un campanario en Inglaterra: "Aguanto este viento porque no intento aguantarlo. Soportamos estas ráfagas en el suelo, de modo que también podemos soportarlas estando en lo alto. No hay diferencia. Salvo la que establecemos en la mente. (...) Yo me limito a estar de pie. Usted y los demás tratan de mantener el equilibrio, de inclinar el cuerpo porque les asusta la altura. Pero agacharse y caminar de lado no es natural. De esa forma se vuelven vulnerables. Con solo controlar el pánico, se consigue que el viento no sea nada."
 







Escribiendo la entrada, he recordado otro libro que leí también en verano. Todo cuanto amé, de Siri Hustvedt. Lo recomiendo, pero no es una lectura tan fácil narrativamente como la de las otras dos novelas. He aquí el artículo sobre la autora en Voy a ver qué leo. 


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