Aunque se me han escapado algunas, y me ha costado recordar otras: aquí estamos de vuelta.
Jaime esperando la Cabalgata de los Reyes decía que tenía "prisa" y mi padre, para tomarle el pelo, le preguntó: “¿Dónde la tienes? Y él contestó muy serio: "En la tripa". O sea la prisa era el nerviosismo porque iba a llegar la Cabalgata.
Jaime: “Papá, tengo un señor dentro del cuerpo: el esqueleto”
Jesús: “Si el sol es una estrella, ¿qué pasará cuando explote?” (¡Glups!)
Jaime: “Mamá, te quiero por tu cara. Pero cuando te coges coleta es cuando más guapa estás”. “Me gustan las chicas que tienen la cara como tú”
Jaime: “Mamá, cuando yo sea abuelo, ¿quiénes serán mis nietos?”
Jesús, viendo unos collares, encuentra un ojo turco que alguien me regaló hace tiempo, y me pregunta qué es. Le explico que es para dar buena suerte, y me contesta: “pues a ti no te funciona muy bien” Yo le aclaré que, aunque ahora esté enferma, he tenido mucha suerte porque la vida me ha regalado un montón de cosas buenas, como ellos.
Encerrona de Jaime, en el coche, sin escapatoria: “Mamá, ¿por qué pasan cosas malas en el mundo?” Mirada entre su padre y yo, asustados. “¿A qué te refieres, cariño?”. Él: “Pues como las guerras, lo incendios…” Estuve a punto de decirle, “¿No prefieres saber de dónde vienen los niños?”
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