martes, 11 de febrero de 2014

Leer, obligar o no obligar, he ahí la cuestión (VI) ...

... o qué hacer con la lectura cuando la escuela se mete de por medio (IV)

La lectura de obras literarias

He oído en varias ocasiones que la causa de que a los jóvenes no les guste la lectura, o les deje de gustar es que los profesores los obligamos a leer El Cid, La Celestina El Quijote. Tomo de ejemplo este artículo de Rosa Montero.

Estoy de acuerdo con que los planes de estudio tienen muchísimos fallos que mejorar (como por ejemplo la coordinación con el área de Ciencias Sociales que menciona), pero creo que la situación que describe esta gran periodista se da en la actualidad en contadas ocasiones (que no dudo que las haya). En general, los departamentos y los profesores de Lengua y Literatura que conozco son bastante sensatos al respecto. Pienso que hay que confiar un poco más en los profesionales. ¿O es que hay que eliminar entonces la literatura de nuestra materia que lleva el nombre? Por esa regla de tres, deberíamos eliminar algo tan lejano a nuestros alumnos como la Prehistoria o el átomo o las galaxias.


Voy a retrotraerme lo más brevemente que pueda al pasado. Yo cursé EGB, y, que recuerde, leí El caballero de Olmedo en séptimo u octavo. En tercero de BUP, leí El CidLa Celestina, El Quijote,  que nombra ella, y muchos más, y acabé de enamorarme de la literatura. Sé que hay profesores que sentencian que ellos no se murieron por hacerlo, y, efectivamente, doy fe de que siguen vivos. Pero creo que un profesor de literatura no es objetivo en este caso, ya que su gusto y su aptitud favorecieron que sobreviviera; tenemos que tener en cuenta la diversidad de alumnos que nos encontramos dentro de una materia obligatoria, que no se tenía en cuenta en los antiguos planes de estudio, sino que se tendía a medirnos a todos por igual.

Tradicionalmente, se considera un "buen profesor" al hueso que es exigente, pero que ama y domina la materia; además, suele tener mal carácter para que no se le subleve nadie, es decir, que es fácil que los alumnos le tengan miedo (lo que no es necesariamente respeto). La mayoría de estos profesores aplica el criterio de que, sencillamente, el alumno que no llega, o no puede o no se esfuerza. Seguro que todos hemos traído del recuerdo a algún profesor/a de este tipo a la mente ahora mismo. Hubo un tiempo en el que yo también los creía buenos profesores porque yo era buena alumna, los había podido seguir, y aprovechar su gran sabiduría. Pero con la experiencia de docente, me he dado cuenta de que no es suficiente, que como explica Pennac en Mal de escuela, nuestros alumnos son todos; no depende sólo de ellos que lleguen a entendernos, sino de nosotros, aunque lógicamente, es difícil conseguirlo.

¿Por qué esta digresión en mi argumentación? Porque creo que algunas personas se han podido quedar con esta antigua idea del anterior bachillerato, y del profesor tradicional. En tercero de BUP, la literatura se estudiaba dentro de las "letras", es decir, que escogían la materia aquellos a los que, supuestamente, les gustaba la literatura como a mí. En el curso equivalente en la actualidad, primero de Bachillerato, esto no es así. Es una materia que reúne las dos disciplinas, Lengua y Literatura, se dispone sólo de tres horas a la semana, y es obligatoria y común para todos los tipos de bachillerato; además, se carece de la preparación que se recibía en 2º de BUP con un somero y profundo repaso de la historia de la literatura.

Algo equivalente a lo que yo experimenté en aquel curso inolvidable de literatura, se hace en la optativa de Literatura Universal, pero, al ser universal, y tener un programa condicionado por la Prueba de Acceso a la Universidad, si no me equivoco, las obras que se trabajan son en su mayoría extranjeras.

Entonces, volviendo a la Secundaria Obligatoria, ¿qué hacemos? Yo soy partidaria de dar literatura, y clásica, por supuesto, pero con sentido común. Cada vez son más los alumnos que no saben quién escribió El Quijote, o que no les suenan autores como Lope de Vega, Espronceda, García Lorca, Antonio Machado... no digamos ya ubicarlos en el tiempo o asociarlos con un movimiento cultural, género (¿qué es eso?), obra o poema.

Mi propuesta es compaginar las lecturas juveniles con las clásicas. Pero, ¿cómo?

Primero, aunque no seamos profesores de Historia, me parece obvio que siempre que se da una época literaria, se contextualiza para que el alumno pueda comprender mejor a las personas de aquella época.

Segundo, leyendo y comentando textos sueltos de obras representativas con la guía y la ayuda del profesor.

Tercero, haciendo las lecturas con ediciones adaptadas, y dentro del aula. Nunca he mandado una obra literaria para leer individualmente sin asegurarme de que la estaban entendiendo, y, como mucho, les mando terminar de leer algún pasaje que no nos haya dado tiempo en clase, y lo ponemos en común al día siguiente. Creo que es necesario hacer alguna lectura completa de estas obras porque es la manera más segura de que permanezca en la memoria cultural de nuestros alumnos. Una obra que funciona, en tercero de la ESO, de la que hay buenas adaptaciones juveniles, que gusta a los alumnos, y que la entienden muy bien es el Lazarilllo.

Cuarto, presentando actividades motivadoras y dinámicas con las obras. Por ejemplo, dramatizar un juicio a Lázaro, con abogados, juez, acusado, testigos... Escribir cartas aconsejando a Melibea o a Calisto; escenificar escenas o actos de obras de teatro... El curso pasado me llevé a mis alumnos de cuarto a la playa para leer poemas de Gerardo Diego dedicados al mar Cantábrico y a la Bahía de Santander. Ninguno había oído hablar de él, pero tengo la esperanza de que se les haya grabado su nombre en la memoria al asociarlo con  aquella experiencia, o de que la próxima vez que paseen por Reina Victoria sepan de quién es la escultura de ese señor que está sentado en el banco mirando al mar. Tal vez, hay uno que recuerde su asociación con una generación de poetas, la del 27, o que, simplemente le suene esta generación.

Dice Rosa Montero en el artículo, Los clásicos son una estación de llegada, no de partida. Hace falta haber leído y haber vivido bastante para poder gozarlos. Pero yo me pregunto... si no hay una figura en la vida de nuestros jóvenes que los familiarice con los clásicos, ¿llegarán a saber que existen?

Hay alumnos a los que les gusta leer literatura, otros a los que no les entusiasma, pero reconocen que es necesario, y agradecen tener el conocimiento. Y estoy segura de que alguno de los textos les habrá interesado, impactado, sorprendido o, aún mejor, tocado el alma o el corazón... aunque no lo hayan entendido del todo.

Si no lo intentamos, esos momentos no llegan.

Si no, puede ocurrir algo parecido a lo que cuenta Forges en esta viñeta:

Entradas anteriores sobre la lectura:

5 comentarios:

Severina dijo...

Excelentes puntualizaciones, Blanca.Yo soy anterior a la EGB y recordaría a Rosa Montero, con quien comparto muchas cosas, que en nuestro bachillerato, suyo y mío, no se solía obligar a leer el Quijote íntegro, contra lo que dice la opinión popular. Y a cualquiera, en general, que hasta los 90 era muy fácil abandonar la escolarización, por lo que cuando nostálgicamente hablamos de lo bueno que era todo antes, quizá debiéramos descorrer ese velo que nos ciega un poco y que nos hace olvidar que no todos los niños estaban en el sistema escolar enfrentándose a los molinos quijotescos. En tiempos peores las escuelas de pueblos y ciudades nos acercaban a los clásicos en pequeñas y adaptadas dosis que nos mostraban un camino que, en el futuro, podríamos acometer o no.Como anécdota, que de ningún modo quiero elevar a categoría, hoy, a petición de un alumno que había oído una "cosa rara por ahí", resumí la historia de Alonso Quijano en clase de 1º de ESO y una de las preguntas estrella fue: "¿cuando dices que esa Dulce o como se llame era labradora te refieres a una perra o qué?" ¿Concebimos a un escolar de 13 años, que se mueve como un loco por la red de redes, con ese grado de desprotección?
Gracias, Blanca, una vez más.

Blanca dijo...

Gracias por tu aportación, Seve, muy sensata, y poco habitual.
Eso del labrador me ha pasado a mí en varias ocasiones. Tengo un texto para trabajar la comprensión lectora que es de un labrador y sus hijos, y siempre hay algún alumno que interpreta que hay un perro en el texto. La primera vez yo no entendía de dónde sacaban al perro. Es evidente que esta palabra está en desuso para nuestros alumnos, y que entienden bastante más de perros que de otras cosas.

Blanca dijo...

Quizás el problema no sea si hay más niños escolarizados, sino, precisamente, por qué tienen peor cultura general que cuando había menos esocalarización.

Oliva Risco dijo...

Blanca se nota la pasión en todas y cada una de tus palabras, y creo que ésta es una de las pocas llaves maestras que puede abrir el amor por la lectura (clásica o actual) a las mentes de muchos de tus alumnos.
La forma de presentarla, de compartirla, de hacerla vívida, de contextualizarla, de soñarla, de representarla, ... marca la diferencia, y por lo que he leído (Lecturas I, II, III, IV y ésta) tus alumnos tienen mucha suerte.

Blanca dijo...

Ooooh, gracias, Oliva, eres muy generosa con tus palabras. Hago lo que puedo, cuando puedo y como puedo ;-)
Un abrazo