viernes, 7 de febrero de 2014

La bicicleta verde o la injusticia de ser mujer en algunos países



Hemos visto esta película rodada y ambientada en Arabia Saudí. Mi sorpresa ha sido mayúscula al descubrir , gracias al reportaje de Días de cine que reproduzco abajo, que, además, la autoría se debe a una mujer saudí. Lo cual me hace admirar la valentía emprendedora de Haifaa Al Mansour, más cuando, en Arabia Saudí, no existe cultura cinematrográfica (ni siquiera hay salas de cine). Y es que, como dice la protagonista en un momento de la película, perder una carrera en bicicleta frente a una chica es como perder dos veces.

Haifaa Al Mansour, directora de la película
La película se basa en la vida de una sobrina de la directora. Wadjda tiene diez años y vive en una sociedad tan tradicional que ciertas cosas como ir en bicicleta le están totalmente prohibidas. A pesar de todo, es una niña divertida y emprendedora que bordea siempre el límite entre lo autorizado y lo prohibido. Wadjda desea tener una bicicleta para poder competir con su amigo Abdullah en una carrera, pero su madre no se lo permite porque las bicicletas son un peligro para la dignidad de una chica. (FILMAFFINITY)

La historia comienza con el primer plano de unos zapatos y unos calcetines infantiles con puntillas, en medio de un grupo de niñas rezando El Corán. Cuando Wadja se distrae al saludar a dos niñas que pasan junto al grupo, la profesora le llama la atención; entonces, la cámara se abre para dar paso a sus zapatillas modernas, occidentales y rebeldes, en contraste con el calzado convencional del resto de las niñas. La película está plagada de símbolos y gestos reveladores. El más importante, el de la bicicleta, claro. Porque este objeto va a ser el hilo conductor de la trama, pero también de la vida de Wadja. Su tenacidad para conseguir un objeto ansiado y prohibido que le abrirá el horizonte de la libertad y de la igualdad. También es el vínculo que fortalece su amistad con Abdullah, un niño que la ayuda y la admira.



Las injusticias me ponen el cuerpo del revés. No entiendo cómo ni por qué una persona es capaz de hacer sufrir a otro ser humano simple y llanamente por su sexo. No hay razones políticas, ni religiosas, ni culturales,  ni sociales que justifiquen tamaña injusticia. Wadja contempla con admiración el árbol genealógico de su padre, en el que sólo aparecen los hombres. Ella pincha con una horquilla un papel con su nombre escrito en él. Al día siguiente, encuentra el papel caído y arrugado. Tiene que doler mucho comprobar que para tu padre no eres parte importante de la familia sólo porque has nacido mujer. Las injusticias por parte del sexo masculino duelen, pero, todavía duelen más cuando las ejercen las mismas mujeres hacia otras, o hacia las niñas. Es incomprensible cómo se puede pasar de la exaltación por orgullo de una persona a su humillación, en unos segundos. Al terminar de ver la película, pensé, vaya eme ser mujer en algunos países, en los que hay que silenciar el canto, la risa y tu propia presencia para que no te oigan ni te vean los hombres. Es una fortuna haber nacido en esta época, en mi familia, y en un país en que la marginación de la mujer está muy superada.

La madre de Wadja
La madre de Wadja sufre las injusticias de la mujer adulta en la sociedad saudí: su medio de vida depende de que un conductor la quiera llevar al trabajo o no, porque está prohibido conducir a las mujeres; vive con la incertidumbre de si su marido se casará con otra, y la abandonará porque ella no puede tener más hijos, por lo que no puede concederle el ansiado varón. Esta mujer intenta controlar el carácter rebelde de su única hija. Se ve entre la espada y la pared: la espada de la sociedad que margina a las mujeres "indecentes", y la pared del amor por Wadja.

Al final, madre e hija experimentan una injusticia, diferentes ambas, cada una en su propia carne. Este dolor fortalecerá el amor entre las dos, y hará que la madre ponga a su hija por delante los prejuicios.

Aun así, el largometraje no está teñido de drama ni de pasajes angustiosos. La injusticia se vive como algo normal, está asumida por la sociedad, especialmente por las mujeres.

Wadja no está sola en su lucha: tiene aliados como su madre, su amigo Abdullah, o el dueño de la tienda de juguetes. Pero su mejor aliado, el más importante, es su fuerte determinación. Ojalá todas las Wadjas del planeta puedan crecer libres y felices sobre sus bicicletas. Que nunca falte la determinación a las grandes y pequeñas mujeres del mundo.

Towanda, Wadja.



4 comentarios:

Miguel D dijo...

Hola, buscando reseñas he llegado a tu blog. Me gusta la crítica, es verdad que la película (que parece muy sencilla) está llena de gestos muy reveladores que, como quien no quiere la cosa, van dejando un poso en el espectador para que él mismo saque sus conclusiones.
Me gusta mucho la primera secuencia que comentas, la de los zapatos. Es un detalle de buena dirección caracterizar a un personaje de forma tan rápida y tan elegante. A mi la película me gusta mucho, y me parece en su sencillez, una pequeña joya. Saludos!

Blanca dijo...

Gracias por tu comentario, Miguel

Maribel Villanueva Baena dijo...

Blanca, esa guía que citas la ha realizado entre otras una de las profesoras que forma parte de EN OJOS DE MUJER: Teresa Domingo. Qué bueno que nos encontremos.

Blanca dijo...

Perdón, pero no sé de qué guía hablas... Será la hora ;-)