Cada vez que repaso la Declaración de la autoestima de Virginia Satir, encuentro algo de provecho, o aplico alguno de sus puntos a vivencias recientes. Analizarla me relaja, me llena de optimismo, de confianza; me reconcilia conmigo misma.
A la vez que aceptamos nuestros brillos y nuestras sombras, estamos contribuyendo a aceptar los de los demás. Ser tolerantes con nuestros fallos nos lo facilitará también con otras personas. Tolerar no quiere decir, que no te afecte, ni que te parezca bien o que no intentes poner remedio; no es cuestión de permisividad, sino de comprensión, de respeto, de empatía. Y, aunque, quizás, en el momento (por ejemplo, en una discusión) nos cueste lograrlo, siempre tenemos la opción de pensar en ello a posteriori.
Llevo varios días dando vueltas a las rabietas de los niños, y a cómo nos molestan a los adultos. Soy la primera a la que le altera ese descontrol ya que pueden ser situaciones muy tensas, desagradables. Y quien dice rabietas, leánse también lloros, no querer compartir, timidez, inquietud…
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Llevo varios días dando vueltas a las rabietas de los niños, y a cómo nos molestan a los adultos. Soy la primera a la que le altera ese descontrol ya que pueden ser situaciones muy tensas, desagradables. Y quien dice rabietas, leánse también lloros, no querer compartir, timidez, inquietud…
Cuando estoy medianamente tranquila y segura de mí misma, soy capaz de hacer frente a la rabieta y superarla “con éxito” , incluso con amor; es decir, sin que la situación empeore al perder yo también el control. Sin embargo, si estoy cansada, insegura, vulnerable… es probable que acabe en conductas que alteren más al niño.
En esos momentos, creo que lo que más me empuja a tener actitudes contraproducentes es pensar que la reacción de mi hijo es consecuencia de que estoy fallando como madre, de que algo debo de estar haciendo muy mal para que eso ocurra. Pero, si somos tantos los padres que las sufrimos, si hay tanta literatura sobre el tema… es que se trata de algo normal en la naturaleza del niño.
¿Por qué nos fastidia tanto ver a un niño enrabietado? No sólo es porque sea incómodo, que lo es, y mucho, sino porque, lo identificamos con un síntoma de mala educación del niño por parte de los padres. Inconscientemente, se juzga a los padres a través del niño. Además, tenemos un poder sobre los niños que no lo ejercemos sobre un adulto.
Probablemente, todos conocemos personas con explosiones de ira (o las hemos sufrido nosotros en alguna ocasión), pero no se nos ocurre castigarlas, ni sentarlas en la silla de pensar; seguramente, ni siquiera las abochornamos delante de terceras personas cuando esto ocurre (“¡Qué feo te pones!”), ni se nos pasa por la cabeza que son fruto de la mala educación que les dieron sus padres.
Por supuesto, a los niños hay que enseñarles a canalizar esa rabia, darles recursos, hacerles ver que nos sentimos mal cuando se ponen así… pero también tienen derecho a exteriorizar esa parte de su persona. Ni ellos mismos entienden lo que les pasa; o, probablemente, todavía no son capaces de expresar con palabras aquello que les ha llevado a tal estado. Quiéreme cuando menos lo merezco, porque es cuando más lo necesito, dice Rosa Jové.
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Nos guste o no, son sus sombras, y más nos vale que las aceptemos. Haciendo una lectura en tercera persona de la Declaración de mi autoestima, podíamos aplicársela a nuestros hijos, teniendo en cuenta, que, sobre todo, en los primeros años de su vida, su dependencia de los padres es muy alta, y por lo tanto, jugamos un papel crucial en la formación de su autoestima:
Reconozco como suya su persona entera: […] su boca y todas las palabras que pronuncia, corteses, amables o groseras, decentes o indecentes; su voz, dulce o chillona; y todas sus acciones, ya sea que se refieran a los otros a sí mismo.Porque reconozco como suyo todo lo que le pertenece, puede llegar a conocerse íntimamente. Actuando así, podrá amarse íntimamente y estar en buenas relaciones con cada una de las partes de su yo. Entonces, tendrá la posibilidad de que todo su yo trabaje para mejorar sus centros de interés.Sé que hay aspectos suyos que me preocupan y otros que ignoro. Pero cuanto más tiempo tengo sentimientos amistosos y afectuosos hacia él, más puedo buscar con coraje y esperanza soluciones a sus problemas y los medios para que se conozca mejor.
Y, si no conseguimos acordarnos de ello durante una rabieta, y perdemos los papeles, pidamos perdón; y seamos tolerantes con nosotros mismos… somos humanos:
Puedo quitar lo que no me conviene, guardar lo que se ha revelado como adecuado e inventar algo nuevo para reemplazar lo que he eliminado.Si alguien quiere la Declaración de mi autoestima en documento, se la mando a su correo.
6 comentarios:
Qué bonito Blanca, últimamente me estoy reconciliando con la maternidad, después de echarle la culpa de muchos de mis males... y todo ésto me ayuda. Me doy cuenta además, de que tengo que confiar más en mis hijos, en todo su potencial y también en mi capacidad para educarles y por último, confiar más en la vida.
Gracias por tus reflexiones.
Muchas gracias a ti por tu aportación.
Me ha gustado mucho Blanca, lo he puesto en el repaso semanal de blogs de Bebés y más:
http://www.bebesymas.com/recursos-en-la-web/blogs-de-papas-y-mamas-lxii#c49593
¡Guau! Muchísimas gracias, Armando. Me gusta mucho vuestra página, me parece un gran honor.
Blanca, gracias por tu aporte, la verdad que se hace dificil muchas veces sobrellevar las rabietas y mas cuando no las encuentras motivo. Tengo que empaparme más sobre este tema porque estoy del todo inmerso en él.
Un abrazo y gracias.
por cierto, te invito, si quieres, a ver mi blog:
www.disfrutandojuntos.blogspot.com
Gracias por tu comentario, Rebe, y por tu blog. Creo que ese es uno de los "errores", intentar buscarle una explicación, sobre todo, en el momento... Veo que, entre tus lecturas favoritas, tienes a CG, y Cómo hablar... luego, tienes recursos.
Otro abrazo
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